Historia de amor en un zoológico de Camboya

Totalmente ajenos a las miradas de los que allí estábamos y a través de los barrotes, los dedos de un enorme macho de orangután y los de una niña permanecieron entrelazados durante un breve espacio de tiempo durante el que la barrera entre especies pareció haber desaparecido, al tiempo en que ambos se dirigieron una mirada de profundo afecto.

Aquella pequeña vendedora descalza y de ropa cuarteada en un zoológico de Camboya había intentado vender infructuosamente sus baratijas a un grupo de turistas, y cuando estos se alejaron, la niña se sentó triste y resignadamente al lado de la jaula del orangután, al que al parecer ya conocía. Mientras los presentes nos apercibíamos de un cartel en el que se alertaba sobre la peligrosidad de acercarse demasiado a la jaula, la mano del simio atravesó el espacio y con suma delicadeza se posó en un hombro de la pequeña, que al sentirla, se levantó y alargo también su mano.

A un tiempo en que todos sentimos la inmediatez de alejar a la pequeña de aquel peligro y en que pensábamos que podría haberla atraído hacia la jaula con su enorme fuerza, pudimos comprobar lo que estaba realmente haciendo: consciente de su tristeza, estaba consolándola por no haber podido vender sus pulseras ni sus trozos de pan para dar de comer a los animales. La compasión que no habían sabido sentir sus compañeros de especie humanos, había sido sentida por aquel pobre orangután enjaulado.

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