Ante la noticia difundida recientemente por la revista Le Canard Enchaîné, que explica que el jefe del Estado francés tiene contratado un peluquero que recibe un sueldo oficial de 9895 euros al mes con cargo al contribuyente, el que suscribe está a punto de mandar al retrete sus principios republicanos y tirar de la cadena, teniendo en cuenta -sobre todo- que la república francesa fue modelo a seguir desde sus orígenes en el universo mundo.
Dado que la información ha sido confirmada asimismo por el Palacio del Elíseo, no hay ninguna duda acerca de la veracidad de la misma, esto es, que el peluquero del presidente Françoise Hollande, cuyo gobierno ha venido aplicando en aquel país políticas sociales sumamente regresivas que han levantado numerosas protestas en las calles, cobra mensualmente la nada módica cantidad de casi diez mil euros (9895).
Desde la residencia del señor Hollande se justifica tal soldada en razón a que el señor presidente debe asumir todos sus compromisos públicos, desde la tarde a la noche, con los pelos en perfectos estado de revista. Nadie puede sustituir al peluquero así retribuido a lo largo de las veinticuatro horas del día, según especifica su contrato, firmado hace cuatro años y con la misma vigencia que el de la presidencia de Hollande. Por tal motivo, este privilegiado profesional -entre cuyas funciones ha de contar también la de rasurar a su ilustre cliente- hubo de cerrar su establecimiento en París y quedar obligado a mantener absoluto silencio acerca de su labor y las informaciones que pueda obtener al ejercerla.
Sobra aclarar que el estipendio del peluquero en cuestión está muy por encima del salario mínimo en aquel país, que ronda los mil quinientos euros brutos. Sí cabe destacar -dada su edad- la morena cabellera que luce año tras año el presidente francés, como si ni los quebraderos gubernamentales ni el paso del tiempo hicieran canosa mella en la misma o el bien remunerado estilista se aplicara con unción a disimularla con el correspondiente tinte.