Imposible no sufrir en Guatemala

Ileana Alamilla[1]

Tal vez nos han anestesiado para evitarnos el dolor

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En esta época en que el sistema de justicia está en el ojo público de quienes cuentan con recursos que les permiten acceso a información, ha habido algunos hechos que provocan enorme tristeza y congoja y son razones para que, con urgencia, veamos si como sociedad realmente estamos entre las más deshumanizadas o si hemos construido mecanismos de defensa para poder sobrevivir a las desdichas. Tal vez nos han anestesiado para evitarnos el dolor. En el lapso de una misma semana se publicaron noticias que son verdaderas tragedias sociales, aunque creamos que es parte de nuestra cotidianidad. Solo para efectos de reflexión y no de morbo, refiero algunos casos que es imposible que no nos remuevan la conciencia, aunque no seamos parte de ellos.

Un menor de 14 años asesinó a dos personas, al conductor y al ayudante de un autobús que conducían a Santa Elena Barillas. El hecho sucedió a plena luz del día. El adolescente tenía una pistola calibre 45. Según algunos testigos, el resto de delincuentes lo dejaron abandonado, por lo que fue capturado. El supuesto asesino dijo estar vinculado con la Mara Salvatrucha. Otro jovencito, de 18 años, pasajero del autobús, fue víctima inocente de este delito y fue hospitalizado.

Entre enero y febrero del 2013 se atendieron en el sistema de salud 946 casos de agresión sexual, 857 mujeres y 89 hombres. ¿Qué secuelas tendrá esta transgresión de la ley, ocurrida en lo más privado de una persona, su cuerpo, y cómo repercutirá en su existencia y en la de sus familias y allegados? No se trata solo de una noticia de hechos repugnantes, tiene que ver con casi un millar de seres humanos lastimados y abandonados a su suerte.

Otros casos espeluznantes: un maestro fue asesinado frente a su hijita de tres años, que se salvó porque él la protegió con su cuerpo. Los delincuentes le robaron, además de su vida y los sueños e inocencia de la hija, sus cadenas de oro. Una joven mujer, de 27 años, dejó a sus tres pequeñitos huérfanos porque un energúmeno desalmado la macheteó. Otro joven murió apuñalado en una trifulca, por estar tomando licor; los vecinos lincharon al supuesto agresor. Un hombre de 22 años murió lapidado. Una madre llora descorazonada la muerte de su hija, que fue asesinada junto a su esposo.

La condena a 25 años de cárcel impuesta a quien descuartizó en 17 partes a su amigo y lo metió en un pozo, en donde lo mantuvo oculto, en su propia casa. Esa persona de apariencia normal y hasta simpática, que planificó semejante acto inhumano, hecho que ocultó durante tres años y que tuvo como motivación una deuda, refleja la agresividad que desemboca en violencia extrema. Podemos imaginarnos el dolor de los padres.

Pero si esos reportes diarios en nuestro país son espeluznantes, hubo uno que impacta, conmueve y perturba el cuerpo y el alma. Un hijo violó y asesinó a su madre. Los vecinos lo señalan de drogadicto y de ser una amenaza para la comunidad. La Policía trasladó a la morgue el cadáver; al presunto homicida y a los familiares, al juzgado. Todos iban juntos en la palangana de un picop. Además del drama, ¡lo insólito! Aquí ocurre todo y no pasa nada.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
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