Nos recordaremos del mejor modo, procurando aprender de todo lo que hicimos, e incluso de lo que quedó en el tintero. Cada punto tiene su tiempo. Unas cosas funcionan, y otras no, por mil razones, sin duda. Relativicemos.
No nos ahoguemos por lo que pudo haber sido. La mirada hacia atrás produce dolor de cuello y una óptica tan malvada como inútil. Tomemos impulso sin rompernos en mil pedazos. La nada es nada: no lo olvidemos.
Debemos sentarnos sobre las bases de la experiencia, pero sin malvivir en la dificultad perenne, que nos conduce por una fragmentación que no reporta dividendos.
La existencia está llena de opciones sobre un mundo que es y que fructifica desde la honestidad y la lealtad hacia nosotros mismos. No deambulemos en la división. No hay beneficios plurales y comunes ahí.
Todo es posible cuando queremos abrir los brazos: siempre es una refrescante actitud ante los vaivenes de las variadas historias. Desarrollemos la suerte.
Debemos recordarnos lo que somos y los porqués de un relato que ha de servir para unirnos, para sernos en la interioridad, desde la bondad que nos reporta momentos y espacios con los que conformar la visión de un óptimo porvenir.
Las destrezas de las eras brillantes han de aflorar en los instantes de crisis y de tránsito con absoluta valentía. No nos detengamos. Querer es siempre poder, y poder es un síntoma de libertad. Intentemos sumar.