Narges Mohammadi, reciente galardonada con el Premio Nobel de la Paz y encarcelada desde 2021, va a ser juzgada de nuevo este martes, 19 de diciembre de 2023, según el comunicado enviado por su familia a las agencias internacionales.
El juicio está fijado para las 10:00 horas en la sección 26 del Tribunal Revolucionario de Teherán y los cargos formulados contra ella por el Ministerio de Inteligencia se refieren a «sus actividades en la cárcel de Evin (en Teherán) desde donde la señora Mohammadi continúa haciendo declaraciones» y desafiando a las autoridades iraníes, tal y como puede leerse en la cuenta oficial de la propia Narges Mohammadi en X (actual denominación de Twitter).
Los mismos familiares añaden en su comunicado que «por razones políticas y de seguridad», la ejecución de la eventual condena que se dicte hoy «se cumplirá fuera de Teherán».
Siempre según las misas fuentes, se trata del tercer juicio sobre el mismo asunto; tras los dos primeros fue condenada a veintisiete meses de cárcel y cuatro más de barrer las calles y hacer trabajos sociales.
Detenida en trece ocasiones, condenada en cinco procesos a un total de 31 años de cárcel y 154 bastonazos, quien lleva veinticinco años entrando y saliendo de la cárcel por su compromiso en la lucha contra la pena de muerte y la obligación de que las mujeres se cubran siempre con un velo y encarcelada por última vez en 2021, la licenciada en ingeniería, periodista y activista Narges Mohammadi, uno de los principales rostros del movimiento «Mujer, Vida, Libertad» en Irán, acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz «por su combate contra la opresión de las mujeres en Irán y su lucha por la promoción de los derechos humanos y la libertad para todos».
Desde 2000 es miembro del Centro de Defensores de los Derechos Humanos, fundado por la abogada Ehirin Ebadi, tmabién Premio Nobel de la Paz (2003).
El pasado 10 de diciembre fueron sus dos hijos mellizos, Kiana y Alí, de diecisiete años –a quienes no ha visto en los últimos ocho años, residentes en París junto a su padre, el periodista Taghi Rahmani, refugiado político en Francia desde 2012, y con los que desde el pasado 29 de noviembre tiene prohibido hablar por teléfono – los que, en una ceremonia en Oslo, la capital noruega, depositaron la medalla y el diploma acreditativos del Nobel de la Paz 2023 sobre una silla vacía, en la que había una fotografía de su madre.
Antes que su esposa, Taghi Rahmani pasó catorce años en las cárceles iraníes. Hace unos meses, en declaraciones a la Agencia France Press (AFP) Rahmani aseguró que «en veinticuatro años de matrimonio solo hemos convivido cuatro o cinco».
También fueron los hijos adolescentes de Nager quienes leyeron el texto – «escrito tras los altos y fríos muros de una prisión»- enviado por la galardonada : «Soy una mujer iraní (…) víctima de la opresión de un régimen religioso tiránico y misógino» (…) Con perseverancia, el pueblo iraní conseguirá acabar con la represión y el autoritarismo».
En la respuesta escrita a un cuestionario que, en septiembre pasado, le hizo llegar la AFP al interior de la cárcel de Evin, decía que «el precio de lucha no son solamente la tortura y la cárcel, es también un corazón que se rompe y un dolor que llega hasta el tuétano», y aseguró que la peor tortura es estar separada de sus hijos.
Narges Mohammadi considera que el movimiento «Mujer, Vida, Libertad» ha evidenciado «el nivel de descontento de la sociedad y está acelerando los avances, ya irreversibles, en democracia, libertad e igualdad».
En la cárcel ha continuado negándose a llevar el velo, que quemó en el patio de la prisión el pasado 16 de septiembre, primer aniversario del asesinato en una comisaría de la joven estudiante Mahsa Amini, detenida por la policía de la moral y acusada de llevar mal puesto el velo.
En otra declaración escrita al diario New York Times aseguró que «el apoyo mundial y el reconocimiento de mi actuación en favor de los derechos humanos me hacen más resuelta, más responsable, más apasionada y llena de esperanza. Espero que este reconocimiento haga más fuertes y más organizados a los iraníes que se manifiestan a favor del cambio. La victoria está cerca».
Por segunda vez en este año, Narges Mohammadi ha emprendido una huelga de hambre para denunciar que en la cárcel carece de acceso a facultativos que puedan tratar sus problemas cardíacos. A pesar de que un electrocardiograma, hecho por el médico de la cárcel, aconsejaba su traslado al hospital, no se pudo llevar a cabo porque la paciente una vez más se negó a llevar velo, obligatorio durante la visita.