El 16 de enero de 2019 se cumplen cincuenta años del día en que el estudiante de filosofía Jan Palach, de 21 años, se inmoló en la Plaza Venceslas de Praga, como protesta por la « normalización » impuesta por el gobierno comunista checoeslovaco tras la represión de la conocida como “Primavera de Praga”[1], aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia en 1968.
Hacia las 15:00 horas, la radio Československý rozhlas, anunciaba la inmolación de Jan Pallach, quien formaba parte de un grupo de estudiantes en el que todos habían decidido quemarse en público para “hacer reaccionar a la nación”. En un sorteo del grupo a Jan Pallach le tocó ser el primero.
La información de la emisora añadía que un empleado de los trasportes públicos había intentado apagar el fuego sobre el cuerpo del joven, y que los servicios de urgencia le trasladaron al hospital. Antes de morir, Jan pidió a los demás miembros del grupo que renunciaran a repetir su gesto, aunque su demanda solo tuvo un éxito relativo.
De enero a abril de 1969 se produjeron otros siete suicidios políticos y hubo al menos una treintena de intentos fallidos: cuatro días después, el 20 de enero, fue el obrero Josef Hlavaty quien se quemó en la ciudad de Plzen; y el 25 de febrero otro estudiante, Jan Zajic se inmoló en la plaza Venceslas, después de elgir cuidadosamente la fecha, que correspondía al 21 aniversario del golpe de estado de Praga de 1948 (que los historiadores llaman “febrero de 1948”, y corresponde al momento en que el Partido Comunista Checoeslovaco tomó el control del país on el apoyo de la Unión Soviética, y reemplazó la Tercera república por un régimen comunista).
Los estudiosos señalan que la autoinmolación por fuego es un tipo de suicidio que no corresponde a la tradición checa, ni tampoco europea pero, subrayan, Checoeslovaquia ya tenía sus propios mártires originales, que se sacrificaron por la libertad del país, como los paracaidistas Jan Kubiš y Josef Gabčík, quienes eliminaron al criminal de guerra nazi Reinhard Heydrich en 1942; suceso que ha sido objeto de una película reciente, “Operación Anthropoid: asesinar al carnicero de Praga”.
En los años de 1960, la juventud checa no compartía la ideología oficial, el Partido Comunista no había sido capaz de absorberla. Los jóvenes desconectados del régimen y seguidores fervientes del rock – Big Beat- que escuchaban en las emisoras de radio occidentales, terminaron por adoptar una forma de vida occidental y bastante apolítica.
Para el régimen supuso un fracaso: durante un periodo de siete años se celebró una media de al menos un concierto por semana mientras, en paralelo, la oficialidad hablaba de «normalización”. “En este sentido, el suicidio de Palach es emblemático de la desesperación de una generación», escribían hace diez años en la página web de Radio Praga.
La “normalización” se ensaño con el mundo universitario. El economista y miembro de la Asamblea por el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores Josef Macek publicó un libro que reúne todos los documentos que condenan la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia.
Según los informes de la Seguridad del Estado, a finales de 1969 había emigrado el 70 % de los licenciados universitarios de entre 35 y 38 años. El Instituto de Historia tuvo que cerrar sus puertas, la mayoría de profesores fueron despedidos y solo podían ejercer, como única profesión, el oficio de lavado de escaparates o el de obrero de la calefacción en edificios colectivos de viviendas. La investigación y la cultura sufrieron un frenazo y volvieron los dogmas a las aulas.
Sin embargo, y dando la espalda a las instancias oficiales, Jan Palach recibió algunos homenajes por su valor: el 22 de agosto de 1969, el astrónomo checo Lubos Kohoultek bautizó un asteroide recién descubierto con el nombre de Palach.
Y, aunque se ha ignorado durante medio siglo, documentos recientemente descubiertos han revelado que el arquitecto Karl Prager dedicó secretamente al joven estudiante un gran pilón de acero situado a pocos metros de la Plaza Venceslav. Encargado del proyecto de remodelación del edifico de la Asamblea Federal, justo al lado del Museo Nacional, Karl Prager escribió en los planos la dedicatoria que ha permanecido oculta cincuenta años y que ha sido descubierta gracias a unas obras de renovación, esta vez a cargo del escultor Antonin Kaspar. Lo ha explicado él mismo: “Una buena parte del pilón estaba estropeada, desde el pie hasta unos seis metros de altura. Pedí los planos del monumento y recibí una caja llena de documentos, en la que encontré papeles en los que Prager lo llama “Pilón de Palach”. Es una pena que lo hayamos sabido ahora que ya está muerto”.
Ahora ya existen en Praga algunos monumentos “oficiales” dedicados a Jan Palach: uno de ellos está al pie del Museo Nacional y homenajea también a Jan Zajic, el segundo estudiante inmolado en 1969; el segundo son dos esculturas monumentales del arquitecto estadounidense John Hejduk, instaladas en 2016 en la Plaza Jan Palach de Praga, frente a la Facultad de Letras donde estudiaba. En el edificio de la Facultad hay también una máscara mortuoria, realizada en 1990 por el escultor Olbram Zoubek.
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