¿Hacerse adulto es dejar de jugar?
Marta Martínez nos descubre en Juegos sobre un fondo oscuro que lo serio es un juego disfrazado, y que ni en los más serios empeños dejamos de jugar.
Al fin y al cabo, admiramos de los artistas la riqueza y creatividad de su juego, que rasga y fragmenta la representación convencional de la realidad.
La autora mantiene un estilo realista que ha ganado madurez, pero es una realidad que se deforma y muestras otras caras. Gracias a eso, realidad y ficción se mezclan mediante un juego que asoma en los personajes; en la bailarina desnuda sobre la mesa puesta, en los modelos masculinos travestidos, en la dama que pasea un perro, un gato, un pájaro y una rata.
Marta Martínez abre siempre con temas ambivalentes y contradictorios; esos que nos hacen sentarnos a pensar. Sexo versus intelecto, Sueños vs realidad, Pobreza y marginalidad vs opulencia idealizada…En sus obras aparecen mujeres; mujeres particulares, esas que pueden hacer cierto lo de «una mujer busca un amo sobre el que reinar», da lo mismo que ese amo sea un hombre, un perro o una rata, ¿por qué no?
Marta no juzga, solamente retrata lo que casi no se ve. Esa percepción que le hace sentir todo aquello que plasma. Eso que no deja indiferente al que acude a ver sus cuadros y se queda prendado; abusos, usos, todo un avituallamiento que nos hace percibir lo complicado del mundo interior; sombras negras y verdes, grises y doradas, azules…Cerámicas, collage, papel, textil. El juego de Marta comienza en sus temas; ironías que nos hacen soportar situaciones mundanas. Obras grandes o pequeñas; como esas Peripatéticas que puedes contemplar una y otra vez. No se lo pierda. Es juego y como tal, siempre funciona.
Pero su juego está también quizá en los detalles; en el estilo de la composición y en los heterogéneos materiales que se usan. La obra de Marta Martínez es una ficción sólidamente anclada en los innumerables pliegues y entresijos del alma humana.