En la antesala del crudo y frío invierno, la naturaleza, vestida de ocres y rojos, nos hace en otoño uno de los regalos más sabroso, suave, nutritivo y versátil, la castaña, escribe M.Santos en mondelopress.
Fruto de uno de los arboles más espectaculares y longevos que colorean la península, los castaños ofrecen desde hace miles de años castañas, una fruta leñosa que se ha mimetizado en las costumbres y cultura ancestral de la zona norte de España, especialmente en los bosques húmedos de Galicia, Asturias, Castilla y León, incluso en zonas altas de Extremadura.
Y quizá no tan añejos pero sí productivos los hemos encontrado a los pies de Gredos, en el Puerto de Mijares donde 55 familias abulenses recogen cada año 150.000 kilos de castañas que comercializan por toda España por su suavidad y dulzor a través de la cooperativa el Mogote, donde Jose Angel, Alberto, Leticia y Alicia cepillan, lavan calibran, empaquetan y despachan el fruto seco otoñal por excelencia.
Pero relegar la castaña a su degustación en crudo o asada es un pecado, camuflada bajo esa corteza de espino se esconde uno de los manjares más versátiles de la tradición culinaria española como es el puré y salsa de castañas o el marrón glasé.