Entre el ayer y el hoy, hay a veces diferencias hasta en los necios más destructores; como el presidente López Obrador.
Quien, pese a que en sus reiterativas Mañaneras se comparaba con los expresidentes Juárez, Madero y Cárdenas, con el papa y hasta con Jesucristo, repentinamente esta semana descubrió que es «naco, chinto y chairo; perteneciente al pueblo raso».
¿Soldado raso, que vive en un palacio cuya manutención cuesta al pueblo dinerales mensuales? eso faltó a su autodefinición.
Y el que antes presumía el Insabi que creó y al que destinó recursos que debieran haber sido mejor aprovechados, ahora admite que «no funcionó como se esperaba, como teníamos pensado», pero no pudo dejar de agregar otra mentira «nos permitió comprar medicamentos directamente al extranjero para atender la pandemia de la COVID-19».
El mismo que el 14 de abril del año pasado presumió de que «ya no necesitamos de Notimex; no necesitamos una agencia de noticias porque tenemos la Mañanera, aunque a muchos no les guste», este 10 de julio (2024), confundiendo gobierno con Estado porque entender la diferencia no se le da, advirtió: «Sí, es necesario que el Gobierno de México tenga una agencia de noticias».
Y aceptó que su administración no le dio el apoyo necesario: «faltó más diálogo y más atención de parte de nosotros porque sí, es importante tener una agencia del Gobierno».
El que ha repetido hasta el cansancio que se retirará para siempre y no volverá a hablar de política ni a recibir a nadie, anunció que podría regresar «si hubiera una guerra o me necesitan».
Y al que afirmaba no querer reconocimiento alguno tras dejar la presidencia, porque su principal recompensa era haber servido al pueblo, le ha dado con que dejará su testamento político para que no le hagan monumentos ni haya desviaciones.
El que reiteraba que no le interesaba lo material ni mucho menos el dinero y pedía tuviéramos solo un par de zapatos, estrenaba guayaberas cada dos que tres días y pasaba las Mañaneras envidiando y calculando lo que tienen intelectuales y periodistas «corruptos» y haciendo públicamente cuentas de lo que recibirá de pensión cuando se vaya.
El que durante el proceso electoral que culminó el 2 de junio 2024 con la elección de Claudia Sheinbaum, dijo que los cientos de agresiones y los asesinatos de candidatos no alteraban el orden público ni la tranquilidad del país y eran solo desinformación y asunto de publicistas para sacar raja y perjudicarlo, se apresuró a condenar el atentado contra el candidato Donald Trump, porque «nada justifica la violencia».
Y dado que su pecho no es bodega y está reconociendo una mínima parte de lo que hizo mal, sería bueno aprovechara para aclarar si La Chingada, a donde va a retirarse a meditar como monje de clausura, fue herencia de sus padres o, como muchos afirman, producto de dinero público que el expresidente Carlos Salinas de Gortari le regaló.
Como que no me cuadraba eso de que no tiene propiedades y que la finca de Palenque de más de trece mil metros fue comprada con lo que ganó su mamá trabajando en un restaurancito de ahí cerca, como cocinera.
Así que busqué en el chismoso Google y encontré versiones que aseguran la compró su papá Andrés López Ramón, fungiendo como su prestanombres, con parte de los nueve mil millones de viejos pesos que en 1992 le entregó Manuel Camacho por órdenes de Salinas para que retirara el plantón que había instalado mes y medio antes en el Zócalo de la Ciudad de México.
AMLO era entonces presidente del PRD y la cantidad fue acordada en una negociación que incluyó la renuncia del gobernador de Tabasco Salvador Neme Castillo, efectiva el 28 de enero de 1992, la designación de Manuel Gurría Ordóñez como gobernador interino y la anulación de las elecciones en tres municipios.
Al final del acuerdo, AMLO alegó que su gente no tenía con qué regresar a sus casas y le dieron los nueve mil millones de viejos pesos para que los tabasqueños anclados en el Zócalo volvieran a su estado.
Casualmente, pocos meses después, el padre compró La Chingada al contado y en efectivo; operación registrada bajo la escritura pública 3945, ante el notario número uno de Emiliano Zapata, Tabasco, abogado Luis Mayo Castro.
En fin, a lo mejor, con la cercanía de su despedida se va acordando y rectificando más asuntos; aunque también pudiera ser que salga más a flote el resentimiento que lo caracteriza.
Acuérdense que una de sus frases preferidas es «y lo más bonito, es lo feo que se va a poner».