Estuvieron al borde del naufragio y no se fueron felices, pero sí con la satisfacción de que obtuvieron lo mejor posible. Los países del Sur global consiguieron en la COP27 algo determinante: la creación de un fondo especial para atender los llamados daños y pérdidas producidos por el cambio climático en los países más vulnerables, informa Daniel Gutman (IPS) desde Sharm el Sheij (Egipto)
El fondo, se establece en el Plan de Implementación de Sharm el Sheij, el documento oficial aprobado al despuntar este domingo 20 de noviembre de2022 en esta ciudad egipcia, deberá habilitar la «rehabilitación, recuperación y reconstrucción» posterior a los fenómenos climáticos extremos en esos países vulnerables.
Las decisiones sobre quiénes proveerán el dinero, a que países beneficiará y cómo se va a movilizar quedaron pendientes para que lo defina un comité especial. Pero el fondo se logra pese a que el tema ni siquiera formaba parte de la agenda oficial de negociaciones de la cumbre, aunque sí protagonizó el debate público desde antes de la misma cumbre.
«Nos vamos conformes de que los países desarrollados hayan aceptado la necesidad de crear el Fondo. Por supuesto, hay mucho que discutir para la implementación, pero era difícil pedir más en esta COP», dijo a IPS Ulises Lovera, director de Cambio Climático de Paraguay, con el cansancio de una negociación más larga de lo previsto, el domingo a la madrugada en el aeropuerto de Sharm el Sheij.
«Esta Conferencia ha dado un paso importante hacia la justicia. Acojo con satisfacción la decisión de establecer un fondo para las pérdidas y los daños y de ponerlo en marcha en el próximo periodo», dijo el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. También calificó como un logro que no se cruzase una «línea roja», la de flexibilizar la gran meta climática de que las emisiones se reduzcan 1,5 grados.
Más de 35.000 personas de casi doscientos países participaron durante dos semanas en la veintisiete Conferencia de las Partes (COP27) sobre Cambio Climático, en Sharm el Sheij, esta ciudad balnearia egipcia sobre el mar Rojo, donde se exhibió, en ocasiones con dramatismo, la crítica dimensión del recalentamiento planetario en las diferentes regiones del mundo.
Prácticamente todo lo que tiene que ver con el futuro de los modos de producción y de vida de la humanidad -con la energía y los alimentos en primer lugar- fue discutido en un megaevento que excedió con mucho a las delegaciones oficiales de los países y a los grandes líderes presentes, como el presidente estadounidense Joe Biden y el mandatario electo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Cientos de organizaciones sociales, organismos internacionales y actores del sector privado llegaron hasta aquí para mostrar su trabajo, buscar recursos, tejer alianzas, intentar influir en la negociación, defender sus intereses o simplemente estar en un escenario que parece dar para todo tipo de iniciativas y negocios
En el gigantesco Centro de Convenciones de Sharm El Sheij también hubo una feria global con actividades incesantes de la mañana a la noche en los diversos pabellones, con auditorios de entre veinte y doscientas sillas, en los que hubo un abrumador programa de presentaciones, charlas y debates, sin olvidar las manifestaciones más o menos nutridas de activistas en el exterior del recinto.
Además los delegados gubernamentales negociaron sobre el meollo de la cumbre: como avanzar con la puesta en práctica del Acuerdo de París, que en la COP21 de 2015 fijó objetivos mundiales de mitigación y adaptación al cambio climático.
Al borde del fracaso
Una vez más, el Plan de Implementación de Sharm el Sheij, de nueve páginas, no incluyó en ninguna de ellas una referencia a la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, sino solamente el carbón.
El documento fue fruto de una negociación que debía terminar el viernes 18 pero finalizó solo el domingo, como sucede habitualmente en las COP. Lo distinto en esta ocasión fue una discusión muy dura y con amenazas de abandono de algunos negociadores, incluidos los de la Unión Europea.
Pero al final se mantuvo el objetivo de limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados Celsius, establecido en el Acuerdo de París, cuando varios países pretendían flexibilizarlo hasta 2,0 grados, lo que hubiera constituido un retroceso de efectos dramáticos para el planeta y la humanidad, según especialistas y activistas climáticos.
Esa meta «requiere rápidas, profundas y sostenidas reducciones en la emisión de gases de efecto invernadero, de 43 por ciento para 2030 en comparación con el nivel de 2019», se lee en el texto, aunque no se mencione al petróleo y el gas, los fósiles más responsables de esas emisiones, en un compromiso de los habituales en las COP, ya que los acuerdos son por consenso.
Las prioridades del Sur
Los países en desarrollo, de todas maneras, pusieron el foco durante toda la COP en el Fondo de daños y pérdidas y otros mecanismos de financiación para poder afrontar los impactos del incremento de las temperaturas y las acciones para mitigarlas.
«Necesitamos financiamiento porque solos no podemos enfrentar la crisis ambiental. Por eso pedimos que, para resolver el problema que ellas han causado, las naciones ricas se hagan responsables», dijo a IPS el jefe de la delegación de Bolivia en Sharm El Sheij, Diego Pacheco.
También las organizaciones ambientales, que exhibieron su potencia en Egipto, con la presencia de miles de activistas, ejercieron presión durante toda la COP27 por compromisos mayores, también en cuanto a las acciones de mitigación.
«Esta no quedará en la historia como la COP de la implementación, cuando ni siquiera se llamó a terminar con el uso de los combustibles fósiles, principales causantes de la crisis climática», dijo Zeina Khalil, de la organización ecologista internacional 350.org.
Justamente «Juntos por la implementación» fue el lema de la COP27, en lo que llamaba a pasar de los compromisos a la acción climática.
«Los compromisos que alcanzaron los países aquí no son suficientes. Más bien parecen un permiso para que las naciones desarrolladas continúen con sus emisiones de gases de efecto invernadero», agregó.
Las crisis que llegaron juntas
La humanidad -según reconocieron los Estados parte en el documento final- vive hoy un momento dramático.
Enfrenta distinta crisis al mismo tiempo: alimentaria, energética, geopolítica, financiera y económica, que se combinan con desastres naturales más frecuentes debido al cambio climático. Esta realidad que está castigando especialmente a las naciones en desarrollo.
En ese contexto, cobra más relevancia el reclamo de financiamiento de los países del Sur global.
Cecilia Nicolini, secretaria de Cambio Climático argentina dijo a IPS que son los países desarrollados, por su mayor responsabilidad en el cambio climático, los que deben financiar a los países en desarrollo y lamentó: «el problema es que las reglas las ponen los poderosos».
Sin embargo, 80 por ciento del dinero que se está destinando hoy en el mundo para acciones vinculadas al cambio climático se invierte en el mundo desarrollado, según informó en Egipto el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés), el mayor financiador planetario de la acción climática, con 121.000 millones de dólares aportados a 163 países en los últimos treinta años, de acuerdo a sus propios números.
En ese contexto, la cuestión de las Pérdidas y Daños va un paso más allá que la adaptación al cambio climático, porque supone reparar los impactos concretos del cambio climático que ya se han producido, como la destrucción material causada por sequías, inundaciones o incendios forestales.
«Quienes están soportando la carga del cambio climático son los hogares y las comunidades más vulnerables. Por eso el Fondo para Pérdidas y Daños debe ser establecido sin demoras, con fondos nuevos que provengan de los países desarrollados», dijo Javier Canal Albán, viceministro de Ordenamiento Ambiental del Territorio de Colombia.
«Es un imperativo moral y de justicia climática», agregó Canal Albán, quien habló en conferencia de prensa, en nombre de AILAC, el bloque negociador que agrupa a varios países de América Latina y el Caribe.
La realidad, sin embargo, va hasta hoy por otros carriles. En el propio texto del documento final se reconoce que hay una brecha cada vez más grande entre lo que los países en desarrollo necesitan y lo que efectivamente reciben.
Las necesidades de financiamiento de estos países para la acción climática hasta 2030 fueron estimadas en 5600 billones (millones de millones) de dólares, pero los países desarrollados -como se reconoció- ni siquiera han cumplido con su compromiso de aportar 100.000 millones de dólares anuales, comprometidos desde 2009, en la COP15 de Copenhague, y ratificados en 2015, en la COP21 que aprobó el Acuerdo de París.
Fue la ausencia de una referencia a la necesidad de acelerar el abandono del petróleo y el gas natural lo que frustró, de todas maneras, a varias de los líderes en la COP. «Consideramos que si no hacemos una eliminación gradual de combustibles fósiles no habrá ningún Fondo que pueda pagar las pérdidas y los daños producidas por el cambio climático», dijo a IPS Susana Muhamad, ministra de Ambiente de Colombia, quien estuvo las dos semanas de conferencia en Sharm El Sheij, del 6 al 20 de noviembre.
«Tenemos que poner a las víctimas en primer lugar para hacer una transición ordenada y justa», concluyó, expresando el sentir de los gobiernos y sociedades del Sur en esta COP27 finalmente cerrada.