Recién empieza la llamada popularmente “cuesta de Enero”, como resaca de los excesos de las fiestas decembrinas. Este año, para nosotros las guatemaltecas y guatemaltecos, esta cuesta tendrá una expresión individual, pero también social.
Algunos están ya arrepentidos de haberse excedido en los gastos de las celebraciones, los estrenos salen caros y quedar bien también. Habrá quienes, ordenados y entusiasmados, han formulado su lista de propósitos, como todos los años, quizá tachando alguno que otro que sí fue cumplido. A otros la única lista que les preocupa ahora es la de los útiles escolares, cada vez más grande y cara. En términos sociales, el horizonte de enero luce sombrío. En San Marcos están urgidos de que se avance en la reconstrucción, los campesinos tendrán esperanza de un buen año de cosechas.
Los desempleados desean un trabajo digno y los trabajadores que les mejoren sus condiciones laborales. Numerosas comunidades ingenuamente quisieran ver cumplidas las añejas ofertas de campaña, próximamente renovadas. A muchos vecindarios les gustaría tener energía eléctrica barata y familias enteras ansían atención médica.
Los medianos emprendedores anhelarán un mejor clima de negocios para ellos; los grandes empresarios habrán concluido sus planes para asegurar la reproducción ampliada de sus ganancias.
Muchos deseamos que ojalá pudiera erradicarse el hambre y la desnutrición.
Un denominador común es la aspiración de vivir en paz, pretensión que, lamentablemente, no parece posible en el futuro cercano, pues ya los nubarrones de la polarización social vuelven a estar sobre nuestras cabezas. Los enemigos están preparándose para el ataque, las estrategias en el ajedrez jurisdiccional están en marcha, la discusión sobre la amnistía, la sentencia en el juicio por la quema de la Embajada de España, el juicio contra Ríos Montt, la preparación de nuevos procesos contra otros militares y civiles que siguen en la lista de espera, todos cuentan ya con la artillería requerida, incluyendo a los aliados internacionales que también han mandado sus poderosas advertencias exigiendo que se libren esas guerras jurisdiccionales en nuestro país.
Los y las juzgadoras estarán igualmente en ascuas, sometidos a múltiples presiones. Y mientras el pasado se juzga, el presente y el futuro siguen amarrados a esa aberrante realidad que provocó lo que ahora se discute. Las causas estructurales de nuestra cruenta guerra interna y los intervencionismos internacionales que la provocaron siguen expresándose igual que antes. Pareciera que estamos en una fotografía antigua, donde se expresa un sepia realidad neciamente constante.
Hasta la coyuntura electoral es la misma de siempre, unos preparándose para intentar asaltar el poder, otros para mantenerlo, en un enfrentamiento que seguramente abonará a la polarización referida, aunque hipócritamente los contendientes pretendan aparecer como angelitos (as), repartiendo fingidos abrazos, besos a niños pobres que luego los lavan de sus labios, falsas promesas, pésima retórica y cancioncitas tan pegajosas como insubstanciales. Dentro de poco, saturados por la propaganda, deberemos prescindir de la radio y la televisión, por razones de salud mental.
Así que la “cuesta de enero” no es solo para los gastados, sino para la sociedad, que seguirá sufriendo las consecuencias de tanta desesperanza, división, desigualdad, exclusión y polarización. La justicia legal se separa de la justicia social, la primera se magnifica y la segunda se invisibiliza.