En pleno período electoral la España que agoniza, la del pueblos, ciudades pequeñas, aldeas y lugares, esa en donde apenas existe población alguna y servicios que hagan volver a sus habitantes, sale a las calles bajo el lema, «La revuelta de la España vaciada».
Toda una revuelta campesina que hace que los habitantes de esos lugares, de esa España que lo tuvo todo, esté no solo vacía de personas, sino de recursos, trabajo, alimentos, sanidad, educación; una España que se ha dejado morir y que ahora agoniza ante los políticos que salen a conocer a las gentes para atraer su voto.
Los impulsores han sido turolenses y sorianos, pero a ellos se suman el resto de los habitantes de las aldeas y pueblos que están abandonados a mejor suerte. No hablamos solo de pequeñas localidades, sino de ciudades pequeñas o medianas que subsisten ante la expectación de sus mayores que ven que la gente joven ya no regresará más. Lugares de menos de 10.000 habitantes que ven morir los servicios porque no hay continuidad, no hay generaciones que apuesten por salir adelante en esos sitios en donde siguen anclados en los años 70 sin apenas lugares en donde comprar, a falta de hospitales y colegios. Cerca de 78.000 localidades que no tienen ni 100 habitantes, un 53 % % de la región de España que lucha contra las desigualdades, contra la despoblación, contra esta desesperante situación que la hace agonizar.
Castellón, Burgos, Teruel, Soria, Cuenca, Guadalajara, Soria, Asturias, tienen poblaciones en donde no solo no existe una población que continúe, sino que la gente joven que ha emigrado a ciudades grandes no desea volver a sus orígenes. Si a ello se le suma que la España que se queda está envejecida y desasistida, encontramos núcleos urbanos en donde vivir es un riesgo porque no existe un médico cerca, un hospital adecuado o un servicio de farmacia. La despoblación ha continuado y desde los años 70 es imparable. Ante la carencia de servicios básicos, la dificultad para abrirse camino, la falta de medios, de alimentos, de gasolineras, de escuelas, de médicos que no dan abasto, los pueblos mueren y lo que es peor, no tienen continuidad alguna.
El famoso reto demográfico que aprobara en su día el consejo de ministros, se quedó en agua de borrajas porque Internet ni siquiera ha llegado a toda España. No existe emprendimiento de empleo joven y la población media tiene 60 años. No hay niños, no hay trabajo, no hay transporte, no hay buenos accesos, no hay, simplemente, no hay nada. El resultado tras las décadas en donde nada se ha procurado, son casas abandonadas, pueblos enteros en venta, una deserción que pone los pelos de punta porque la belleza de esos lugares subsiste aún, ante los ojos de los ancianos que se agarran y evitan que se abandonen del todo.
La España vaciada saldrá a la calle, y ahora, en tiempo electoral elegirán a sus políticos porque de ellos dependen 101 de los 350 diputados del congreso. Diputados de las 26 provincias menos pobladas de la nación; es decir, de esa media España que hoy sigue vacía. Una España que se muere que se manifestará, mañana domingo, 31 de marzo ante los ojos de los que aspiran a gobernar para dejarles constancia que ni siquiera tienen los servicios básicos para subsistir.
La manifestación partirá mañana desde la plaza de Colon de la ciudad de Madrid, capital de España para visibilizar la España que se resiste a desaparecer. La España vaciada recorrerá el paseo de la Castellana hasta la plaza de Neptuno desde donde se otea el Congreso en donde los diputados se sentarán tras las elecciones y decidirán, si apuestan porque no muera del todo.