¿Otra guerra auspiciada por el Kremlin? Pero no se trata, en este caso concreto, de un conflicto armado, sino más bien de una ofensiva de… desarme. De desarme económico y financiero; de un enfrentamiento entre gigantes de la economía global, de sistemas financieros diametralmente opuestos, por no decir, antagónicos.
A finales de octubre del pasado año, el presidente Biden advirtió que, a su juicio, la humanidad necesita un nuevo orden mundial para reemplazar al vigente en los últimos 50 años. Un orden que – según el actual inquilino de la Casa Blanca – había funcionado bastante bien, pero que de alguna manera se quedó… sin aliento. Es preciso crear un nuevo orden, basado, claro está, en las normas y las reglas establecidas por la economía dominante – la norteamericana – y supervisadas por sus fieles lugartenientes: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Añadió Biden, eso sí, sin ahondar en el tema, de que también Rusia es partidaria de crear un nuevo orden. La nueva estructura, promovida por Moscú y Pekín, se llama… BRICS. Es el acrónimo de los fundadores del movimiento: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, creado en 2006 por potencias económicas emergentes dispuestas a contrarrestar la hegemonía estadounidense. En la última ampliación, acordada el pasado año, se sumaron al grupo otros seis países: Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Etiopía. Tras la victoria electoral del populista Javier Milei, Argentina reconsideró su decisión de integrar los BRICS. Aparentemente, a Milei le apetece más una audiencia en el Despacho Oval de la Casa Blanca que una foto en el Kremlin o la Gran Muralla china. Aun así, la deserción de Buenos Aires no parece preocupar sobremanera a los artífices de la multipolaridad. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, reveló que el bloque considerará este año las candidaturas de una treintena de Estados dispuestos a adherirse a BRICS.
El principal objetivo de BRICS consiste en reemplazar el orden mundial unipolar (léase norteamericano) por un sistema multipolar, algo que ocultó en su discurso Joe Biden.
Los países miembros de BRICS, que aglutinan al 46% de la población mundial, representan el 29% del PIB del planeta, controlan el 22% de los intercambios comerciales, el 42% de la producción global de petróleo y el 55% de las reservas de gas natural, podrían convertirse en la piedra angular de un orden mundial emergente, en una pieza clave en el debate sobre el futuro de un mundo multipolar.
Rusia ostenta este año la presidencia rotatoria de BRICS, un ejercicio que permitirá al Kremlin organizar alrededor de 200 actos y una docena de reuniones ministeriales en suelo de la Federación Rusa. Una estrategia que pretende ofrecer una imagen de normalidad, fuera del conflicto de Ucrania.
Para Moscú, es importante ampliar la influencia de la asociación, convertir BRICS en un punto de encuentro y diálogo entre países con sistemas económicos y sociales diferentes, disponer de una herramienta jurídica capaz de neutralizar las sanciones arbitrarias, ilegítimas y unilaterales impuestas por los Estados Unidos y sus aliados. Los altos cargos del Kremlin advierten: Rusia es un banco de ensayo. Las sanciones se aplicarán mañana a China. ¿Política ficción? No forzosamente.
Otro frente importante es el de la desdolarización, la ofensiva destinada a acabar con la hegemonía del dólar en los intercambios comerciales internacionales. De momento, BRICS se centra en introducir los pagos en monedas nacionales. La creación de una moneda común, deseada por algunos socios, contemplada por los expertos del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, queda por ahora relegada a un segundo plano.