La localidad fronteriza marroquí de Figuig ha vuelto a protestar tras lo acontecido[1] hace más de dos años atrás. Sus habitantes rechazan el establecimiento de una zona militar en el nuevo plan urbanístico ya que se pretende instalar en tierras agrícolas colectivas que son su principal fuente de ingresos.
Durante los últimos cinco días, los vecinos de Figuig se han manifestado en las calles para mostrar su rechazo categórico al plan de uso de sus tierras, que incluyen una gran zona de amortiguamiento militar en un oasis, ubicado a menos de un kilómetro de la villa argelina de Beni Ounif -donde, antes de 1994 y con la frontera abierta, los marroquíes podían coger el tren-.
Cientos de residentes han desplegado pancartas con el lema ‘Figuig es una tierra libre, el ejército debe retirarse‘, recordando las dificultades económicas que sufren y el alto desempleo juvenil lo que ha llevado a emigrar a cientos de personas. La movilización continuó la noche del miércoles 29 de agosto con una tercera concentración.
Desde su exposición en la sede del consejo comunal (Ayuntamiento) en julio, para consulta pública del 1 al 31 de agosto, el plan de desarrollo ha despertado la ira de los residentes ya que la zona militar les privaría de sus tierras.
Para muchas personas, estas tierras agrícolas colectivas son su principal fuente de ingresos y también podrían ser utilizadas para proyectos de extensión de la ciudad, como señala el propio alcalde, Mohammed Hakkou, quien revela que el proyecto de servidumbre militar, que ocupa un total de 600 hectáreas, ha estado presente desde 2015, fue entregado por la dirección de las Fuerzas Armadas Reales (FAR).
«Hoy, hemos llegado a la fase de consulta pública en la que debemos oír a los habitantes. No podemos tomar una decisión en contra de ellos», declara Hakkou, recordando la protesta que en febrero de 2016 movilizó a la oposición vecinal y llevó a la cancelación del proyecto para rodear la ciudad con una valla hacia la frontera con Argelia.
«Los habitantes temen que se aplique el dahir (decreto del Rey) de agosto de 1934, que da prioridad a las servidumbres militares. Pero no creo que podamos imponer a los habitantes de Figuig un proyecto sin su consentimiento», añade Hakkou, quien asegura que los habitantes «defienden muy bien sus tierras» y «ayudan a los miembros de las FAR a vigilar las fronteras con Argelia».
Precisamente los militares que ya están allí asentados se justifican diciendo que defienden las fronteras nacionales y sus habitantes, instalándose ya algunos puestos fronterizos de vigilancia.
Varios activistas señalan que los militares llevan dos semanas y están cada vez más presentes dentro de la ciudad. «Es inaceptable que un soldado entre al área urbana», protestan, y añaden que los residentes rechazarán cualquier tipo de compensación. Agregan que hay un «ajuste de las fronteras de Figuig a lo largo de los años con la instalación de puestos militares alrededor de la ciudad».
Si bien la servidumbre militar es la razón principal que motivó a los habitantes a protestar por las calles, el futuro proyecto urbano tampoco les convence. El nuevo plan requeriría que los residentes no excedan los edificios de dos pisos, que utilicen ciertos materiales de construcción, y que mantengan una distancia de al menos cuatro metros entre las casas.
Estos estándares alterarían el paisaje arquitectónico tradicional de la ciudad fronteriza. La villa supone un oasis en una zona desértica existiendo unas 200 000 palmeras (Tazdayt, ‘palmera’ en lengua tamazigh ó bereber, símbolo que aparece en el escudo local) y cuenta con una mezquita octogonal del siglo XIII, construida por los meriníes o benimerines y que tiene una altura de 19 metros.
El nuevo plan no toma en cuenta su identidad que la hace tan encantadora. Las casas fueron construidas en solidaridad, pegadas entre sí y con habitaciones que se entrelazan, y también denuncian la falta de visión económica para desarrollar la localidad con áreas comerciales en la futura planificación.
Al final del período de consulta pública, decidirá una comisión central compuesta por la agencia urbana de Uchda, el municipio de Figuig, el consejo regional, así como la dirección regional de planificación urbana, arquitectura y construcción.
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