La ratonera, teatro inglés a la sombra de La Usina

El argumento de La ratonera, una de las obras maestras de la autora inglesa Agatha Christie, hunde sus raíces en algo que, por desgracia, todavía resulta muy actual: un juicio injusto que deja impune un crimen de lesa humanidad. Una de las víctimas decide tomarse la justicia por su mano.

cartel-la-ratonera La ratonera, teatro inglés a la sombra de La UsinaA partir de ahí, un número mágico, el 3, pues 3 son los que deben morir esa noche como responsables del crimen, y una canción infantil, ‘Los tres ratones ciegos», que marcará con su música alegre el leit motiv del crimen. Y ya estamos metidos en ambiente, asustados y a la vez cómodos como ratones en su madriguera, con todo el encanto inglés de esa mansión para nosotros.

Con esa melodía infantil, asistimos a un arranque asombroso, extrañamente familiar, en el que vemos cómo un joven matrimonio, heredero de una de esas viviendas unifamiliares a las afueras de Londres consagradas por el cine y la literatura, decide poner una casa de huéspedes. Esas casas viejas y llenas de recovecos que hay que convertir en hotelitos porque son una pesada herencia difícil de mantener, demasiada carga para un matrimonio joven y sin experiencia, tal será el escenario del que no nos moveremos en toda la obra.

Es la noche en que llegan los primeros huéspedes, cinco en total, más el matrimonio y un policía. Aislados por una tormenta de nieve, los ocho ocupantes de la casa deberán averiguar quién es el asesino y quien la próxima víctima. La radio y el teléfono jugarán un gran papel.

A medida que los huéspedes van llegando, todos juntos y por separado se muestran extravagantes a la vez que preocupados por el dinero y la alimentación, la calefacción que no va, dispuestos a exigir el máximo por lo que pagan, pero así a simple vista se diría que son inocentes. Ahora bien, aquí la psicología criminal se declara vencida de antemano pues «son precisamente los criminales los que se especializan en parecer ciudadanos corrientes». Todos, por tanto, pueden ser el asesino, más el marido de la heredera de la casa a quien ella es la primera en no conocer en absoluto.

Así, entre grandes verdades sobre la ligereza con que se va al matrimonio y la necesidad irredenta de confesión de alguno de ellos, se consigue sembrar la duda sobre todos los demás y sacar a la luz las sombras del pasado de la joven pareja y de sus huéspedes. Con todo, la sorpresa final, con el consiguiente hallazgo del asesino, no decepcionará en absoluto, al contrario, pues el joven equipo que dirige Sixto Cid, pasados los primeros balbuceos del arranque, hacen más que creíble la narración del horror que allí se oculta. Entre todos ellos, estrambóticos y misteriosos a la vez, nos proporcionarán hora y media de amenidad atenta y exigente que no permite bajar la guardia ni por un instante. Riendo y aplaudiendo, se coronó un lleno absoluto en pleno verano, con un pequeño descanso entre los dos actos. Asombroso.

Autor: Agatha Christie
Dirección: Sixto Cid
Compañía: Anonimart
Actores intérpretes: Sherezade Atiénzar, Javier Amann, Jorge C. Pérez, Sara Esquivel, Gonzalo Calleja, Paloma Ropero, Lucía de la Fuente y Gonzalo de las Heras.
Entradas :13 euros
Funciones: Viernes 1 y 8 a las 19:30, Sábados 2 y 9 a las 20:00 y Domingos 3 y 10 a las 21:00
Teatro:  La Usina (Palos de la Frontera, 4, Madrid) Metro Embajadores.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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