La teoría del champiñón regresa a Madrid

Dos jóvenes amigas, obligadas a convivir por la fuerza de las circunstancias, analizan lo que les depara la vida y lo que pueden esperar de ella. Ambas se afanan por ser felices, entran, salen, hablan por teléfono, descuidan la alimentación aunque devoren de modo compulsivo lo que les llega a las manos.

cartel-lateoriadelchampinon La teoría del champiñón regresa a MadridPasan hambre. Una de ellas tiene una teoría muy sugestiva sobre el champiñón acuñada durante los meses en que ejerció de pinche. Una teoría que explicaría todo partiendo de su estilo de vida, de su forma de malalimentarse. ¿Y si fuera verdad que en la comida están las claves de todo lo que nos pasa?

Antes de que ocurra la catástrofe (algo que según su teoría del champiñón es inevitable), es mejor adelantarse a ella. Tal es la obra que regresa a Azarte tras el éxito del pasado enero, La teoría del champiñón.

Marta y Marilia, dos jóvenes bellísimas, envidiables en físico y movimientos del alma, no es que quieran estar siempre en el candelero, no son de ésas. Se conformarían con un poco de compañía y un mucho de sexo de calidad, lo cual, a la vista está, sólo se consigue por puros momentáneos destellos, de ahí que tiendan a engancharse a un hombre, a una pareja que ya pasa de ellas o está a punto de pasar (temor, inseguridad) a otra.

Para colmo, Marta y Marilia están conectadas permanentemente a las nuevas tecnologías, todo son guasaps y guasapeos, no saben respirar ni ir al baño sin poner un guasap, nada les ocurre que no sea contado de inmediato por guasap.

Con esta vida y estos nervios, la delgadez está garantizada, pero esto no es vida duradera: ¿Conseguirán Marta y Marilia su estabilidad emocional?

Marta lleva una década soltera y tiene el corazón duro como una roca. Marilia lleva diez minutos soltera y su corazón esta encharcado en lágrimas.

La teoría del champiñón presenta de manera realista a la vez que risueña, cruda a la vez que académica, la neurosis femenina en torno a la búsqueda de pareja, las mil y una maneras de llenar el vacío del amor. En ella se trata la soledad, sus ventajas e inconvenientes, los hallazgos inesperados en la búsqueda y sus decepciones, las compras compulsivas y, acompañando lo anterior, la mala alimentación. Es en este sentido una obra muy completa que abarca el mundo femenino -y hasta masculino- en su totalidad.

El lenguaje es de un gran verismo y una gran frescura, lo que se agradece, y a la hora de contar sus experiencias cinegéticas y dietéticas, ambas comparten los mismos códigos. Todo es muy rápido y no hay por qué explicar ni repetir, lo que se agradece. Las canciones bellísimas que se suceden, de todos conocidas, son la banda sonora del amor y del desamor. Atracción y repulsión, dolor y recuerdos amorosos, frustración. Ellas lo exteriorizan todo y es un milagro que sigan vivas con ese intenso vivir, expresarse y sentir, que no se sabe lo que es prioritario pero que lo es todo.

  • Título: La teoría del champiñón
  • Autor y director: Paco Anaya
  • Reparto: Sara Gómez y Anita del Rey
  • Sala Azarte (San Marcos 19, Madrid)
  • Los viernes de marzo a las 21 horas
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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