Siempre ocurría lo mismo. Llegaba la guerra, los hombres eran reclamados en el frente y las mujeres tenían que sustituirlos: en las fábricas, en el campo, en las granjas…
Xavier Beauvois (el realizador de “De dioses y hombres”, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes), retoma este argumento y nos cuenta el conflicto desde el interior de los hogares sin hombres, donde las mujeres –“Las guardianas”- resisten multiplicando sus tareas.
“Las guardianas” transcurre durante la primera guerra mundial. Nathalie Baye es Hortense, la matriarca de la granja Pardier, y Laura Smet es Solange, su hija (en la vida real, Nathalie y Laura son también madre e hija). La señora decide acoger a la joven huérfana Francine (Iris Bay) para que le ayude. La chica, que procede de la asistencia social, cree haber encontrado una familia. Pero, cuando los hombres de la granja regresan de permiso, se agitan las emociones y aparece el amor en el momento menos adecuado.
Western rural, homenaje al trabajo de la tierra, película realista y formalmente muy clásica. Un relato meditativo y desigual que vira al melodrama, adaptación de la novela homónima de Ernest Pérochon (premio Goncourt 1920), un casi olvidado escritor francés del viejo mundo rural, casi desaparecido ya y traumatizado por la Gran Guerra, que sigue con la paciencia del mundo campesino el ritmo de las estaciones y la desilusión de la joven Francine. Una historia que parece suceder fuera, o al margen, del tiempo real, sobre unas vidas suspendidas temporalmente, que repiten casi como un mantra “después de la guerra…”.
La auténtica heroína de la película, aplaudida como “una revelación” por la crítica francesa, es la debutante Iris Bay, representación de una mujer libre, víctima sacrificada por la maledicencia y los convencionalismos, y anuncio de una emancipación que iba a producirse apenas un par de décadas más tarde.