Luces y sombras en el marketing académico

Roberto Cataldi [1]

Hace unos días me sorprendió, como todos los años, el día del maestro. Los saludos que habitualmente recibo ese día de algunos que fueron mis alumnos hace muchos años y también de colegas que hicieron la residencia bajo mi dirección, son demostraciones de afecto muy gratificantes, y siempre me llevan a reflexionar acerca de qué es ser maestro.

Estoy convencido de que el magisterio es una especie de habilidad, de gracia o de don como antes se decía. En mi caso, la docencia de grado como la de postgrado me atraen por igual, a ambas me dediqué y lo sigo haciendo con entusiasmo, claro que esto ha despertado críticas de aquellos que consideran que uno debe tocar sólo una cuerda. Jamás lo entendí.

Por otra parte, en medicina a algunos se los considera “maestros” porque los pares le otorgaron un diploma o premio que los acreditaría como tales. No nos engañemos, la genuina condición de maestro surge del reconocimiento de los alumnos y de los discípulos, no de los pares, pues, aquí es frecuente que surjan ciertos tejemanejes políticos y terminen considerándose maestros a quienes nunca hicieron escuela. Pero claro, en la sociedad actual, muchos se empeñan en parecer lo que no son y el marketing los ayuda.

El mundo académico no es una isla, como algunos creen, el marketing y los conflictos de intereses están muy presentes, es por eso que existen muchos claroscuros y que es tradicional que no falten las intrigas, los celos, las traiciones, en fin, las puestas en escena donde  las cortesanas y los besamanos se mueven con soltura bajo la mirada atenta  de algún régisseur.

La vida me dio la oportunidad de tener maestros, lamentablemente ya no están aquí físicamente, sin embargo los tengo presentes en mis comentarios, los recuerdo con afecto y soy consciente de todo lo que les debo. Sé que hay deudas que jamás se saldan y por cierto he acumulado tantas deudas intelectuales que perdí el registro.

Con algunos no logré tener un trato personal, pues, había una cierta distancia. Claro que también están aquellos que no los vivimos como de carne y hueso porque se hallan lejanos en el tiempo, la geografía o incluso hemos tenido que recurrir a la ayuda del traductor para acceder a sus textos, pero de todas maneras son nuestros maestros porque los escogimos y seguimos sus enseñanzas. ¿Acaso quien dedicó buena parte de su vida a estudiar a Platón no tiene derecho a considerarse discípulo del filósofo griego?

Por otra parte, no está bien visto quien suele recurrir a lecturas de segunda mano, es imprescindible ir a los textos originales, sin embargo no siempre se puede. Quien lee una traducción de Dostoievski  o de Chéjov porque no domina el ruso, está leyendo un texto que pasó por el tamiz de otro escritor y,  ésta es también una forma de lectura de segunda mano.

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Indro Montanelli

La semana pasada en un café de Milán, ciudad que no visitaba desde el 79, leía Il corriere della sera, periódico que solía leer todos los domingos, hasta que un día lo abandoné. Recuerdo cómo me atraían los artículos de Indro Montanelli, podía no siempre coincidir con sus planteos, pero intelectualmente era honesto y sin duda un escritor brillante. Montanelli fue un maestro del periodismo italiano y murió en el 2001. Dirigía el diario que era propiedad del impresentable Silvio Berlusconi, y comentan que cuando il cavaliere aparecía, evitaba subir al piso donde tenía su despacho Indro porque éste se había negado a poner el periódico al servicio de su campaña política. Montanelli  representó a una intelectualidad que prácticamente ha desaparecido como por arte de magia. Pero el café donde leía y conversaba con mi mujer, estaba frente a la Piazza Loreto, donde en 1945 Benito Mussolini, luego de ser ejecutado por partisanos, fue colgado por los pies junto a su amada Claretta y otros jerarcas fascistas. Hoy en ese lugar nada recuerda el hecho. Algunos italianos me han dicho que prefieren no recordar esa época, es una historia que les duele, aunque me consta que no pocos procuran revivirla, invocando une histoire à la carte y, anunciando el retorno de sus ideas.

Al día siguiente fuimos a la Scala de Milán. El maestro Arturo Toscanini fue el director más joven que tuvo el prestigioso teatro, quien debió exiliarse antes de que Italia ingresara a la Segunda Guerra Mundial por negarse a tocar el himno fascista Giovinezza, que debía preceder cualquier acto por decreto de Mussolini. En efecto, luego de varios encontronazos con el régimen y de haber irritado a Il Duce, Toscanini fue agredido por unos fascistas y viajó a los Estados Unidos, retornando en 1945, finalizada la guerra.

Eran tiempos de los nacionalismos, arrogantes, violentos y dictatoriales, no sólo en Europa, y uno de los slogans que más circulaba en la Italia fascista era: Il Duce ha sempre ragione. Claro, para los acólitos el conductor de un movimiento nacionalista jamás se equivoca y, esto forma parte de la liturgia aunque también del negacionismo actual.

Giovanni Gentile, amigo y colaborador de Benedetto Croce, llegó a ser el Ministro de Instrucción Pública de Benito Mussolini, de quien también era amigo. Algunos lo llamaron el filósofo del fascismo. Él proponía la “dialéctica del pensamiento pensante”. Pero no faltaron los que acusaron a este profesor universitario de ser un «corruttore di tutta la vita intelletuale italiana», tampoco era bien visto por los jacobinos.  Gentile creía que Mussolini sería capaz de lograr la unidad nacional y que mediante la guerra Italia recuperaría el honor perdido. Nada de eso sucedió. El maestro Gentile llegó a presidir la Academia de Italia, a la vez que procuró alcanzar la concordia, la tolerancia y condenó la represión brutal, pues, al fin de cuentas él era un intelectual metido a político.

Lo curioso es que muchos de los intelectuales antifascistas habían  sido sus alumnos y, si bien se habían adherido de entrada a su filosofía, luego se convirtieron al comunismo. En fin, Gentile fue un claro ejemplo del intelectual cercano al poder que a su vez resulta ser un militante tibio, y como todos sabemos, a los tibios no los quieren ni los unos ni los otros. Giovanni Gentile fue asesinado en 1944.

La injerencia de la política en el mundo académico es un hecho patente, y podríamos remontarnos a la antigüedad para exhumar numerosos hechos que lo avalan, pero para referirnos al siglo pasado y el actual bástenos como ejemplo la adjudicación de los Premios Nobel. Al respecto, no dudo que muchos fueron y son concedidos con justicia, pero algunos dejan atrás un mar de dudas.

¿Algún escritor que recibió el premio de literatura ha superado en talento a Tolstoi, Kafka, Proust, James Joyce o Mark Twain? En mi opinión ninguno. Lo curioso es que estos maestros de la literatura universal no recibieron dicho premio. Es más, cuando se entrevista a algún escritor ganador y se le pregunta a quienes considera sus maestros, habitualmente cita a los mencionados.

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Dmitri Mendeleyev

En lo que atañe a los premios Nobel de Ciencias, al menos cinco descubrimientos cuya trascendencia es innegable no fueron reconocidos con este galardón: la primera tabla periódica de los elementos por Dmitri Mendeleyev; la www (Internet) desarrollada por Tim Berners Lee; la materia oscura observada por Vera Rubin y Kent Ford; el descubrimiento de la secuencia completa del genoma humano cuya técnica es mérito de Craig Venter; la muerte de los agujeros negros descrita por Stephen Hawking. Cómo es posible que estos descubrimientos hayan sido ignorados por el jurado.

Pero los Premios Nobel de la Paz son los que despiertan encendidas críticas por ser los más politizados. Mahatma Gandhi, considerado el mayor pacifista del Siglo XX no lo recibió, tampoco Florencia Nightingale, cuya tarea humanitaria fue reconocida con otras distinciones, pero si lo ganaron individuos que ni siquiera se les aproximaban en méritos, entre ellos varios presidentes de los Estados Unidos, además de Kissinger, Arafat, Beguin y otros casos en verdad chocantes. Cuando uno lee la lista completa comprende que no se lo puede tomar en serio.  Hace tiempo me hizo gracia una frase de autor anónimo que considera la política como el arte de patinar sobre ruedas, pues, en parte uno va a donde quiere ir pero también a donde le llevan los malditos patines (…)

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)
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