Vivir. Amar. Son esferas conjugándose entre nuestros dedos. Cristales mágicos que se acoplan en perfecto equilibrio. Espesas transparencias que permiten ver a través de ellas más no lo que guardan en su interior. Verbos regularmente complejos sometidos a los caprichos el uno del otro. Oraciones nunca simples. Párrafos sangrados.
Malabares en ChuaoVida. Amor. Son frágiles burbujas de espuma y aire quebrantadas por el yugo de la impertinencia. Duele el amor sin vida. Agoniza la vida sin amor. Sujeto jamás tácito y siempre plural. Encanto de la inocencia. Travesura crepuscular. Prisma multicolor que deforma la realidad para hacerla más bonita. Luna donde reflejamos anhelos.
Vivir lo amado, amar lo vivido sin posibilidad de ciar. Experiencias no resueltas por la digitación instrumental. Yunta para arrastrar el arado que surca el espacio entre dos signos de agua. Inflexión necesaria para las voces ausentes. Locura mayor que la felicidad. Perspicacia de los seres líquidos. Flashback de azares fluidos.
Vida es lo que el amor no olvida. Ese par de armellas se espigan conjuntivamente para poder abrirse a la mirada sorprendida que viaja a forfait por los predios de la esperanza. Son el sueño desharrapado que desvela la centinela de acróbatas paralímpicos. Sin causa. Sin bastimento para el camino que va de un movimiento al mar.
Haciendo malabares habrá que conjugar la vida en tiempo de amor presente. Con nombre propio en la más común de las palabras. En verbo libre en la más vertiginosa paz. Sin artículos ni adjetivos. Sin punto donde asirse. Solo ser. Sin prisa.