Es bueno rodearse de buena gente, de personas que nos enseñan a experimentar entre valores, con medida, con riesgo también. Por eso te miro en ese albero real que nos cultiva y mima, incluso cuando no lo advertimos así.
Me gusta pensar en lo que supones. Asciendes como un dios terrenal que invita a tomar el café de la vida. Nos inmiscuimos con gran pasión. Tu tranquilidad ante el envite existencial es la mía.
La verdad es que me gusta leer sobre ti, saber de ti, conocer tus motivaciones, que impregno como las mías propias, pues las lecciones provienen de lo sencillo, de quienes, como tú, hacéis lo cotidiano fácil.
Embelleces con pasión, con perseverancia, con bondad, y eso nos asegura un éxito conjunto con el que crecemos. Nos regalas hermosura desde la naturalidad y espontaneidad de lo que realizas y refieres.
Haces que todo fluya. Complementas ese poliedro que nos convierte en visionarios de la paz y nos encumbra hacia el anhelo cumplido. Darte las gracias es poco, pero es el itinerario para demostrarte una devoción con la que fermentaremos hasta el infinito. No sé si será más allá, pero lo procuraremos.