«Soy Mohammed ben Salmane, de 34 años, he matado a un periodista, encabezo una sangrienta guerra en Yemmen. Sin embargo, en todas partes me reciben con honores. Mi reino contiene las mayores reservas mundiales de petróleo. Compro armas en todo el mundo. Soy un socio clave en la lucha contra el terrorismo. Llevo a cabo reformas que pueden transformar mi país y enriqueceros. Soy vuestro aliado imprescindible».
Los dos primeros minutos del documental “MBS, príncipe de Arabia”, del periodista, escritor y realizador francés Antoine Vitkine, resume -en unos cuantos planos de una cumbre del G20, donde el príncipe aparece junto a los principales líderes mundiales, y las frases anteriores en las que se presenta en primera persona- el dilema y los desafíos que plantea el controvertido personaje.
En estos días, dos televisiones francesas, el canal público France 5 (11 de febrero de 2020) y el internacional Arte (18 de febrero), emiten sendos documentales sobre la muy controvertida figura de Mohamed ben Salman Al Saud, príncipe heredero y viceprimer ministro, ministro de Defensa y presidente del Consejo de asuntos económicos y desarrollo de Arabia Saudí, hijo del rey Salmán y nieto del fundador del reino, Ibn Saud.
En la práctica, amo y señor de un régimen que, de su mano, oscila entre el reformismo y la tiranía, como explica en un artículo en el diario Libération la periodista Hala Kodmani: de una parte ha “concedido” a las mujeres algunos derechos que se les habían negado durante siglos, como los de conducir y poder asistir a eventos deportivos masculinos, tipo fútbol, y ha emprendido una guerra contra la corrupción, más que generalizada en un país que maneja petrodólares; y de otra, ha detenido sucesivamente a opositores, intelectuales y otras gentes molestas -manteniendo secuestrada durante meses en un hotel de lujo a gran parte de la élite económica, incluidos no pocos de sus familiares-, y algunas de sus víctimas han pasado a mejor vida, como el periodista Jamal Khashoggi, asesinado y descuartizado en el consulado saudí en Estambul, en octubre de 2018.
El segundo de los documentales, “Asesinato en el consulado”, del estadounidense Martin Smith, periodista independiente especializado en temas de Oriente medio, es una investigación en dos partes sobre el sospechoso de ser responsable intelectual –que en este caso significa haber hecho el encargo- del asesinato de Jamal Khashoggi, el periodista saudí crítico con el régimen de su país, residente en Estados Unidos y colaborador del Washington Post –anteriormente había dirigido el canal Al-Arab News y trabajado como redactor en el diario Al Watan- quien el 2 de octubre de 2018 entró en el consulado saudí en Estambul para recoger unos documentos que necesitaba para contraer matrimonio y ya no volvió a salir vivo.
Dieciocho días más tarde, el 20 de octubre, después de haber facilitado distintas versiones, que iban desde que había abandonado el consulado andando hasta que le habían raptado agentes extranjeros, y de que circularan rumores de su asesinato y desmembramiento en el interior de la sede diplomática, el gobierno saudí acabó aceptando que había sido un asesinato premeditado, aunque insistió demasiado en asegurar que el príncipe “MBS” no tuvo nada que ver.
“Asesinato en el consulado” incluye fragmentos de entrevistas de Martin Smith con su “amigo” Khashoggi y con el príncipe heredero, así como declaraciones de dignatarios saudíes, antiguos agentes de la CIA, activistas, militantes de los derechos humanos y familiares de presos políticos.
Por su parte, el documental de Antoine Vitkine , «relato descriptivo del fulgurante ascenso del príncipe (…) reúne imágenes de archivo de MBS niño, joven y en la actualidad, y señala tanto las decisiones impulsivas, muchas veces dramáticas, como los hitos históricos en su empeño aperturista de reformas sociales”, como el haber acabado con la policía religiosa o las autorizaciones ya mencionadas a las mujeres, destacando que, por fin, han dejado de depender de la tutela de los hombres (padre, hermano, marido e incluso hijo) de la familia.