Una de las salas alberga cinco obras del escultor Alexander Calder
Madrid siempre ha manifestado una gran admiración por la figura y la obra de Joan Miró (1893-1983). Una de sus creaciones, el mural de azulejería diseñado por el artista mallorquín nacido en Barcelona, que preside la entrada del Palacio de Congresos de la Castellana, ya forma parte de la iconografía de la ciudad, como el edificio España o el reloj de la Puerta del Sol.
El museo Reina Sofía, que organizó una de las más extensas retrospectivas de Joan Miró, custodia algunas grandes obras del artista. Ahora, la Fundación Mapfre acaba de crear en su sede del Paseo de Recoletos de Madrid un “Espacio Miró” que albergará de manera permanente 65 obras de Joan Miró distribuidas en dos grandes salas, acompañadas de cuatro esculturas y un óleo del norteamericano Alexander Calder, que este artista había donado al propio Miró.
Alexander Calder: Portrait of Joan Miró/ Retrato de Joan Miró, c. 1930. Alambre de acero, 29 x 27 cm. Colección Particular en depósito temporal © Calder Foundation, New York/represented by Visual Entidad de gestión de Artistas Plásticos (VEGAP), Madrid, Spain, 2016.La presencia de Calder está justificada no sólo por la amistad que unía a ambos artistas desde que se conocieron en París en 1926 sino sobre todo por la proximidad de sus obras: una revista especializada ya publicaba en 1936 que “Los Móviles de Calder son como las Abstracciones Vivientes de Miró”; es decir, que la disposición tridimensional de las esculturas de Calder son la transformación espacial de la bidimensionalidad de los cuadros de Miró. Entre los famosos retratos en alambre de Calder está aquí el que el artista norteamericano hizo a Joan Miró.
Todas las obras que forman parte de este Espacio Miró pertenecen a cinco colecciones privadas, cedidas gratuitamente a la Fundación Mapfre, cuyos propietarios, que la Fundación quiere mantener en secreto, se sabe que son los herederos del artista.
Todos los motivos de Miró
La obra de Miró reunida en este espacio pertenece en su mayoría a las últimas décadas de su vida creativa, fundamentalmente de los años sesenta (la última está fechada en 1978), aunque hay también cuadros de los años cincuenta y anteriores. En el Espacio están los motivos presentes en la obra del artista desde sus inicios. Su disposición se ha organizado en cinco grandes apartados según características propias de sus etapas creativas.
El primero de estos apartados reúne junto a las esculturas de Calder aquellos cuadros de Miró, como “El canto del pájaro al rocío de la luna” (1955), que se relacionan con más intensidad con las obras del escultor norteamericano.
En “El signo y el gesto” se agrupan las Constelaciones con las que Miró inauguró una nueva manera de disponer sobre la superficie del cuadro toda una serie de formas interconectadas entre sí, un procedimiento que influiría en representantes del expresionismo abstracto como Jackson Pollock y Mark Rothko. En estas series Miró utiliza nuevos elementos como arpilleras o acrílicos y echa mano de nuevos procedimientos ejecutados sobre los propios lienzos, como los rasgados (“Pintura”, 1973) y los agujeros o los lienzos sin bastidor (“Paisaje animado”, 1973).
En “Mujeres, pájaros, estrellas” se agrupan los tres motivos presentes a lo largo de toda la carrera del artista y que se intensificaron en los últimos años de su vida cuando Miró los utilizó para estudiar su propia pintura y experimentar con nuevos elementos como la grafía oriental y los grafiti de las paredes de las calles.
Joan Miró: Personnage/ Personaje, 1977. Óleo sobre tela. 92 x 73 cm. Colección Particular en depósito temporal. © Successió Miró 2016Uno de los temas obsesivos de Miró a partir de los años sesenta son “Las cabezas” o Personnages, criaturas extrañas en los que se adivinan más que se manifiestan atributos humanos que interrogan al espectador.
Por último, el apartado “Desafío a la pintura” es la expresión plástica de su aquella controvertida máxima de Miró: “asesinar la pintura”, referida al cubismo.
En esta nueva antipintura Miró utiliza nuevos materiales, como desechos, tablillas, resinas, pegotes de pintura… y obras intervenidas que Miró hizo sobre obras de pintores desconocidos, sobre todo paisajes y escenas de género, adquiridas en mercadillos populares y sobre las que pinta trazos que dan como resultado obras híbridas sorprendentes. Aquí se pueden ver cuatro de las diez que Miró hizo a lo largo de su vida. El mejor ejemplo de estos experimentos mironianos es “Personajes en un paisaje cerca del pueblo”, de 1965.