Míster Kerry tiene un plan. Uno más, que se añade a las decenas de propuestas para solución del conflicto israelo-palestino elaboradas desde hace más de cincuenta años por políticos, diplomáticos y académicos empeñados en llevar la paz a los pueblos del afligido Oriente Medio.
Míster Kerry tiene un plan. Tal vez no sea el mejor, pero sí el último. No aporta soluciones novedosas, puesto que se trata de una mezcolanza de antiguas fórmulas de compromiso, sugeridas por Occidente y rechazadas por los protagonistas del enfrentamiento, israelíes y palestinos, israelíes o palestinos.
Mas el plan del Secretario de Estado norteamericano tiene… fecha de caducidad. En efecto, el documento redactado por la diplomacia estadounidense contemplaba el final de las consultas bilaterales el 29 de abril de 2014. Unas previsiones excesivamente optimistas, teniendo en cuenta la escasa voluntad de los contrincantes de hallar un lenguaje común.
Las exigencias de ambas partes son harto conocidas. Tel Aviv reclama el reconocimiento de Israel como Estado judío, la desmilitarización total de la futura entidad nacional palestina, el control de la frontera jordano-palestina (en el valle del río Jordán), la permanencia de los 600.000 colonos que residen en los asentamientos judíos de Cisjordania, la vigilancia del espacio aéreo palestino. A ello se suma, implícitamente, la posibilidad de seguir creando nuevas colonias hebreas en la zona. Todo ello, bajo la engañosa denominación de proceso de paz.
A su vez, los palestinos exigen la vuelta a las fronteras de 1967, el reconocimiento internacional de Jerusalén Este como capital del nuevo Estado, el desmantelamiento de los asentamientos y la recolocación de los colonos en territorio israelí, el control absoluto del suelo y subsuelo de Cisjordania y… la presencia de una fuerza internacional de interposición, compuesta por tropas de la OTAN bajo mando estadounidense, que garantice la integridad territorial y la seguridad de Palestina. Unos prerrequisitos estos difícilmente aceptables por el Gobierno Netanyahu.
El Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Majmúd Abbas, artífice de los Acuerdos de Oslo, parece poco propenso a reconocer el carácter judío del Estado de Israel, alegando que se trata de un nuevo subterfugio de los israelíes, de una clausula inexistente en los tratados con Egipto y Jordania, países que firmaron la paz con Israel hace más de dos décadas.
En resumidas cuentas, las consultas parecen seguir en punto muerto. Tel Aviv no quiere renunciar al statu quo, mientras que los palestinos mantienen su postura primitiva: no puede haber paz sin Jerusalén, sin garantías internacionales de seguridad.
Sin embargo, algo ha cambiado en los últimos años. La campaña de boicot internacional de los intereses de Israel, iniciada en 2005 por un grupo de asociaciones palestinas, empieza a surtir efecto. Lo que inicialmente se había configurado como simple herramienta destinada a fiscalizar la política de ocupación sistemática de los territorios palestinos, aparece ahora como una especie de gigante capaz de dañar los intereses económicos, los programas educativos y culturales del Estado judío. El boicot económico causó pérdidas por valor de centenares de millones de dólares para las exportaciones y las inversiones israelíes en Occidente. Por otra parte, la Unión Europea ha aprobado una directiva que prohíbe la colaboración con instituciones y empresas hebreas ubicadas en los territorios ocupados, lo que implica una disminución de alrededor de 700 millones de dólares en los proyectos de investigación.
Más dramática es la situación generada por el boicot educativo, que afecta a los institutos docentes. Los catedráticos, en su gran mayoría, partidarios de los acuerdos de paz, se sienten doblemente castigados: a la condena del establishment políticos hebreo, que los tacha de traidores, se suma el aislamiento forzoso impuesto por las instituciones académicas occidentales.
Durante la última conferencia sobre seguridad celebrada en Múnich la pasada semana, el Secretario de Estado Kerry aludió a los efectos negativos del boicot internacional para la seguridad y prosperidad de Israel. Sus palabras provocaron la ira del Primer Ministro Netanyahu, quien no dudó en calificar las declaraciones de Kerry de “inmorales”. Malos augurios para el proceso de paz, para el compromiso de Barack Obama de poner fin al conflicto israelo-palestino.
Cabe preguntarse, pues: ¿qué pasará después del 29 de abril? Tanto los israelíes como los palestinos son capaces de neutralizar los posibles logros del proceso negiciador. Su arma secreta es… la violencia.