Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]
Un día le oí decir a un líder gitano centro europeo la preciosa anécdota que seguidamente les relato.
Dicen que Dios tras la creación del mundo contemplaba un día su maravillosa obra mientras detenía su poderosa mirada en lo que Él consideraba el sumun de la perfección: el género humano. Y con el fin de redondear tan genial creación decidió cargar en una cesta una serie de regalos con los que obsequiar a quienes, según las Escrituras, Dios Padre había creado a su imagen y semejanza. Así, señaló a un reducido número de personas y les regaló el arte del hábitat: ellos fueron los genios de la arquitectura. Luego llamó a otro grupo humanos y les regaló un pincel: así nacieron los grandes pintores de la humanidad. A otros les obsequió con cinceles planos y un juego de gradinas: ellos fueron los inspiradores de los grandes escultores. Y así siguió regalando herramientas hasta lograr completar los fundamentos del arte material que haría prosperar a la humanidad.
Dios padre dejó de sacar objetos de su cesta mágica porque ya los había gastado todos. Y con su infinito poder miró al futuro y le gustó lo que vio, pero un rictus de insatisfacción apareció en su semblante. Comprobó que aún quedaban muchos humanos que no habían sido agraciados con sus regalos. Por eso empezó a llamarlos por grupos y de su cesta mágica sacó los títulos de inspiración que hicieran posible que unos hombres fueran poetas, y otros grandes escritores. Siguió trasteando en el fondo de su cesta y repartió las capacidades ilimitadas para que algunos humanos dominaran las Ciencias Formales como son la Lógica y las Matemáticas mientras que otros desarrollarían sus capacidades en el campo ubérrimo de las Ciencias Empíricas o Experimentales. Ellos serían los que se distinguirían en el campo de la Física, la Química, la Biología, la Geología… Y finalmente, adivinando que llegaría un momento en que los humanos querríamos saber más sobre los impulsos que se circunscriben en el ámbito del espíritu, repartió los poderes que brotan de las Ciencias Sociales para que unos trabajaran en el campo de la Sociología, de la Psicología, de la Economía, de la Lingüística, de la Historia… Y así terminó Dios todopoderoso la obra ingente de la creación.
Pero ¿qué pasó? Pasó que cuando todos los humanos se fueron a sus hogares tras su encuentro con el Todopoderoso quedó en el jardín del Paraíso Terrenal un grupo de hombres y mujeres tristes y desconsolados porque ellos estaban con sus manos vacías. Eran los Gitanos, nuestros primeros padres, de los que Dios se había olvidado. Los convocó a la reunión de toda la humanidad pero no les dio nada.
―Padre celestial ―dijo compungido un gitano que parecía ser el líder del grupo― nosotros también somos hijos tuyos. Te amamos y te respetamos como nuestra máxima autoridad. ¿Por qué nos discriminas y nos dejas tristes y sin regalo?
El Padre celestial se conmovió al reconocer que se había olvidado de aquellos sus hijos los más humildes de la creación. Y rápidamente buscó un remedio que compensara el agravio. Cogió la cesta vacía, introdujo en ella su mano poderosa y la sacó impregnada de un rayo luminoso, al tiempo que decía:
―A vosotros, mis gitanos y gitanas, mis hijos preferidos, os regalo lo que nadie como vosotros sabrá cuidar y desarrollar: la música y el compás.
Montserrat Caballe, gitana de honor
Fácilmente me concederá el lector amable que cuando otorgamos a alguien el “título de gitano o gitana” estamos entregando lo que para nosotros es el reconocimiento más valioso de que disponemos. Considerar a alguien como gitano o gitana, sin serlo, es abrirle la puerta de nuestra casa con lo que gozará del cariño y el respeto que para nosotros representa estar integrado en la institución más valiosa de nuestras vidas que es la familia.
La anécdota con que inicio este comentario podría justificar que la gran diva de la lírica universal, la que sin duda alguna ha sido una de las sopranos más importante del siglo XX se haya prestado a actuar junto al inolvidable Peret, Pedro Pubill Calaf ―reconocido como el padre de la rumba catalana―, y ante las cámaras de TV, interpretando una rumba genuinamente gitana que además tiene un sabor de profunda identificación con la vida y la actividad que la inmensa mayoría de los gitanos españoles han venido practicando desde siempre: la venta ambulante. Se llama el “mig amic” (medio amigo) que con ese nombre era conocido en la plana de Vic el padre del cantante. Me impresiona ver a la gran diosa que interpretó como nadie a Bellini, Verdi, Puccini y Strauss tocando palmas y diciendo que “enredant per allá i enredant per aquí” (enredando por allá y enredando por aquí) “inclús havia venut trajos a algun guardia civil” (incluso había vendido trajes a algún Guardia Civil). Disfruten con esta estampa de su vida y aplaudan conmigo a quien ha dejado más alto el no mbre de España, de Cataluña y el de los gitanos en el panorama mundial de la cultura.
Vean y escuchen esta fantástica rumba grabada en 1992
Monserrat Caballé, española y catalana
“Soy española de pura cepa, pese a quien pese”. Esta afirmación viene recogida en las crónicas que describieron en 2008 su investidura como Doctora Honoris Causa por la Universidad Internacional Menendez Pelayo de Santander. Reconocimiento académico reiterado porque antes ya había recibido el mismo galardón de las universidades de México, Moscú, Valencia y Nápoles.
Montserrat Caballé nació en la villa de Gracia en el seno de una familia humilde por lo que siempre estuvo dispuesta a colaborar en festivales y actos diversos en beneficio de las causas sociales más diversas. Lo que le granjeo el afecto y la admiración de todos los españoles. No es de extrañar, pues, que muy temprano, en 1966, fuera distinguida con el lazo de dama de la Orden de Isabel la Católica y que en 1975 se le concediera la gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
Finalmente déjenme añadir que en el amplísimo muestrario de las interpretaciones a dúo de la gran soprano con los más variados artistas figura una que a mí me produce una especial complacencia. Fue en la Navidad de 1996 cuando esta maravillosa mujer cantó con Rafael Ruiz y Antonio Romero, conocidos artísticamente como Los del Rio, un villancico como los que yo mismo y mi familia de Puerto Real y Jerez hemos cantado toda la vida. Es un “ole y olé” en el que la diosa de la lírica canta al amor y a la libertad.
La palabra libertad, en español; la mestipen, en rromanó, que bien suena en la voz sublime que Montserrat Caballé, quien a estas horas debe estar de fiesta allá arriba, donde solo está permitida la entrada a la buena gente, con el Peret cantándole al “mig amic”.
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista