«Lírica de una Atlántida”, que ahora publica la editorial Tusquets, recoge los cuatro últimos libros escritos por Juan Ramón Jiménez, apenas divulgados en España hasta que en 1999 los rescatara una edición de Alfonso Alegre Heitzmann, terminando con la injusticia histórica de un oprobioso silenciamiento de la obra del poeta. Heitzmann es también el autor del excelente prólogo a esta nueva edición
Las cuatro obras ocupan un único volumen, tal como lo concibiera JRJ. Entre esos libros está una de las mejores obras del poeta de Moguer, “Dios deseado y deseante”, publicada póstumamente en 1964, de la que hasta ahora en España había una única y casi ignorada edición de hace más de cincuenta años.
La edición de Aurora de Albornoz de “En el otro costado”, de 1974, hace años que está descatalogada y “De ríos que se van” también de 1974, apenas tuvo difusión.
“Una colina meridiana”, que nunca se había editado hasta 1999, incluye doce poemas inéditos, y hay otro más en “Dios deseado y deseante”.
Se trata nada menos que de aquella que Juan Ramón Jiménez consideraba su mejor poesía, la que él mismo definió como el fruto de su etapa “suficiente y verdadera”. En el prólogo en prosa de “Dios deseado y deseante” escribe JRJ que “lo místico panteísta es la forma suprema de lo bello”. Los cuatro libros los escribió a lo largo de los últimos veinte años de vida
Al rescate de una cumbre de la poesía española
Es asombrosa la desidia con la que se trató hasta hace poco en España la obra poética de JRJ, y no sólo por la ignorancia a la que se sometió esta “Lírica de una Atlántida”.
La antología de Josep María Castellet “Veinte años de poesía española 1939-1959” no recogía nada de JRJ, a pesar de que cuando se publicó en 1962 ya se le había concedido el Premio Nobel, pero es que tampoco hay nada en la reedición de 1966. Su antología “Leyenda”, sus dos libros de aforismos “Ideolojía I y II”, su poemario “La estación total” (1923-1936), nunca fueron tratados con la atención merecida por el poeta. Únicamente “Platero y yo” ha gozado del reconocimiento de los lectores. Y es la mejor prosa poética del siglo XX en castellano. Su figura comenzó a reivindicarse en 1981 a raíz de la celebración del centenario de su nacimiento
Durante el franquismo JRJ fue el poeta que sufrió los ataques más despreciables, las mentiras y las calumnias más bochornosas. Su figura y su obra fueron silenciadas por el régimen y sorprende que tampoco algunos de sus discípulos y antaño admiradores (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda) las acogieran como se merecía, aunque son conocidas las diatribas de JRJ contra algunos de los poetas de la generación del 27.
Acusaban a JRJ de estar encastillado en su pureza poética mientras los jóvenes decían estar más comprometidos con la vida. El compromiso de JRJ era con la poesía, como demuestran sus obras “Romances de Coral Gables”, “Espacio” y “Animal de fondo”, con la idea de conseguir la perfección absoluta, para lo cual corregía y recomponía sus versos, obsesiva, incesantemente.
Mientras esta desidia por la obra de JRJ campaba en España (con excepciones como la de Ángel Valente, Antonio Colinas, Sánchez Robayna, Caballero Bonald o Ángel Crespo), en el extranjero su obra era ensalzada por voces como las de Octavio Paz y Lezama Lima.
Dos volúmenes que ocupan casi seis mil páginas y que recogen la práctica totalidad de la obra en verso y prosa de JRJ (publicados por Espasa Calpe en 2005), paliaron de alguna manera la injusticia del silencio sufrido por el poeta durante largos años, aunque hay que advertir que no se trata de sus obras completas (por ejemplo, no están “Ideolojía” ni esta “Lírica de una Atlántida” que comentamos). Sigue sin completarse el proyecto de la editorial Visor y de la Diputación de Huelva de publicar la obra completa en 48 volúmenes.
JRJ: Una vida para la poesía
Nacido en una familia acomodada, tercero de los hijos del segundo matrimonio de un consignatario de buques mercantes y comerciante de vinos y licores, JRJ llegaba a Madrid en 1900, cuando apenas contaba diecinueve años. Había dejado a medias los estudios de Derecho y de Bellas Artes iniciados en Sevilla y los problemas a los que la familia tuvo que enfrentarse a la prematura muerte de su padre ese mismo año.
Recién llegado a Madrid publicó, influido por el Modernismo, sus dos primeros libros, “Ninfeas” y “Alma de violeta” (títulos sugeridos por Valle Inclán y Rubén Darío), de los que se arrepintió toda la vida.
Durante una estancia en un sanatorio francés conoció de primera mano a los simbolistas Jammes, Laforgue, Verlaine, Samain, quienes influyeron con fuerza en la poesía de su primera etapa: “Melancolía”, “Laberinto”, “Sonetos espirituales”, aunque más tarde abandonó la poesía francesa para abrazar el romanticismo inglés y alemán de Keats y Hölderlin.
Una salud delicada hizo que en 1905 tuviera que regresar a Moguer, donde permaneció hasta 1911.De vuelta a Madrid, en su nueva etapa vivió en la Residencia de Estudiantes, se casó con la hispano-norteamericana Cenobia Camprubí (traductora de Rabindrath Tagore) a la que conoció durante un viaje a América, y se relacionó con los poetas de la generación del 27: Lorca, Guillén, Cernuda, Salinas, Alfonso Reyes, Bergamín, Espina.
La publicación de su “Segunda Antolojía Poética” en 1922 muestra ya a un poeta en plena perfección. Durante las primeras décadas del siglo fue uno de los grandes protagonistas de la poesía española y uno de los poetas más influyentes en la iberoamericana.
En agosto de 1936, obligado a tomar el camino del exilio con su esposa, Juan Ramón era ya, con Lorca y Antonio Machado, el poeta español más importante del siglo XX. Desde entonces el matrimonio peregrinó por América hasta recalar en Puerto Rico. Allí, perdida la esperanza de regresar a España, escribió sin descanso, organizó sus obras, sus versos y sus prosas, sus aforismos y sus cartas. Siguió corrigiendo sus textos, modificando títulos, reordenando materiales con el fin de preparar la edición de lo que llamaba Obra Completa.
Entre sus mejores libros, también “Sonetos espirituales” (1917) y “Diario de un poeta recién casado” (1917). En prosa publicó “Españoles de tres mundos” y una recopilación de algunas de sus lecciones en “Modernismo”.
La muerte le llegó en 1958, dos años después de recibir el Nobel y de sufrir la pérdida de Zenobia, que lo sumió en una depresión de la que no llegó a recuperarse