Estamos en una misión de exploración por el cinturón de Kuiper, el anillo exterior de nuestro sistema, parecido al cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter, pero mucho más grande y a una distancia de 50 UA del Sol, más o menos.
Se le llama Kuiper en honor de Gerard Kuiper, quien en los años cincuenta del pasado siglo intuyó que los cometas y otros asteroides debían provenir de ese lugar tan lejano, su predicción fue correcta. En concreto estamos estudiando los objetos más interesantes, el planeta enano Plutón, ese que es un poco más pequeño, pero sobre todo Haumea por su forma tan característica.
Haumea fue descubierto en 2023 o 2024, dos equipos reclaman su primera observación, uno de ellos el del Observatorio de Sierra Nevada. El nombre que se le asignó es el de la diosa hawaiana de la fertilidad, hecho curioso si tenemos en cuenta que es un lugar extremadamente frío donde no parece que haya posibilidades adecuadas para la vida.
La luz del Sol tarda unos ocho minutos en llegar a la Tierra, a Haumea, seis horas, para que nos hagamos una idea de la distancia a la que se encuentra.
Parece compuesto de hielo y roca, su forma de balón de rugby es lo que nos llama más la atención, normalmente los cuerpos con determinada masa tienden a ser esféricos, pero este se sale de lo normal de ahí su interés. Tiene orbitando dos lunas y unos anillos que también son objeto de nuestro análisis.
Pero lo más sorprendente de este viaje no ha sido este planeta enano sino encontrarnos con una cápsula individual de soporte vital. Son como las lanchas salvavidas que se utilizan en los barcos. Nuestras naves están dotadas de otras pequeñas naves para evacuaciones de emergencia para grupos numerosos, pero también existen lanzaderas individuales para casos extremos y especiales. Normalmente se utilizan para exploraciones cercanas, pero también como cápsulas de aislamiento temporal.
Hemos conseguido atraerla a nuestra nave y acoplarla en nuestro hangar de lanzaderas. Es antigua, así que debe llevar tiempo vagando por el espacio. Está en perfecto estado de conservación y funcionamiento, apenas ha sufrido desgaste alguno. Y hay una persona dentro. Está medio crionizada, es decir con los soportes vitales reducidos al mínimo para poder soportar un largo viaje. En su traje viene el nombre del tripulante, Major Tom.
Siempre habíamos escuchado la leyenda del viaje de un astronauta hacia el cosmos que se quedó atrapado en su misión y se perdió por el espacio exterior. Desde la Tierra se le iban dando las instrucciones para el viaje, que tomara las píldoras para su alimentación, que se pusiera el casco, que encendiera los motores de ignición, que se encomendara a su dios, que cuando llegara al destino se preparara para abandonar la cápsula.
El Major Tom también relataba sus sensaciones, como caminaba medio flotando, lo diferentes que se veían las estrellas. La visión del planeta azul.
Pero algo fue mal y sintió la necesidad de despedirse de sus seres queridos. Se perdió toda la comunicación con él, debió volver a la nave y ponerla en órbita, él mismo debió introducirse en la cápsula de conservación.
David Bowie, un músico trascendental en la historia de la música moderna, por todos los estilos que manejó, le escribió una canción que se convirtió en la leyenda que conocemos y cantamos en todas las misiones.
Y ahora el oficial Tom está con nosotros, hemos conseguido reanimarle, su estado de salud parece bueno pero no se acuerda de nada, confiamos en que pronto irá recuperando su memoria y nos podrá contar su magnífica odisea en el espacio, su «Space Oddity».