Eduardo Madroñal Pedraza[1]
Frente a los recortes sociales y la degradación política Portugal ha iniciado otro camino, demostrando que otra política, y otra Europa, son posibles. Después del saqueo sufrido durante cinco años, de 2010 a 2015, muy duro en Portugal, un nuevo gobierno decidió enfrentarse a las imposiciones de los grandes centros de poder mundial, ejercer su soberanía, y unir fuerzas para redistribuir la riqueza.
¿Portugal, milagro económico?
En 2015 con la llegada de un nuevo gobierno presidido por António Costa, basado en el apoyo parlamentario de una alianza de izquierdas que además del gubernamental Partido Socialista Portugués, incluye, sin presencia en el gabinete, al Partido Comunista Portugués y al Bloco de Esquerda, Portugal dijo no a seguir con los recortes, impuestos desde Bruselas y llevados adelante por el anterior gobierno de Pedro Passos Coelho.
Se eliminaron los recortes en salarios, pensiones y seguridad social, e incluso se llegó más allá: se aumentó el salario mínimo –un 15 %, hasta los 557 euros-. Igualmente se incentivó a las empresas con ayudas al desarrollo, mejoras fiscales y financiación. Y recientemente el gobierno socialista aprobó una ley que obliga a pagar lo mismo a hombres y mujeres.
Con tales medidas, las empresas pequeñas y medianas empezaron a aumentar su producción y sus exportaciones, y en 2018 Portugal registró el mayor crecimiento económico en los últimos diez años: el turismo ha crecido, el desempleo se ha reducido a más de la mitad (del 16 % en 2013 al 6,7 %) y la inversión extranjera se ha elevado de forma exponencial. Las exportaciones suponen ya el 43 % del PIB. El turismo ha subido al 17 %, con casi trece millones de turistas el año pasado. Las ventajas fiscales para profesionales y jubilados han contribuido también a la mejora económica.
La deuda pública ha empezado a ser reducida pasando del 133 % al 124 %, Portugal ha devuelto por anticipado al FMI las cantidades prestadas, y el déficit fiscal ha bajado del 4,4 % al 1 %, así se espera que en 2020 se consiga superávit por primera vez en un cuarto de siglo.
Aunque se haya reducido el gasto público, no se ha hecho en educación, sanidad y servicios sociales, al contrario se ha elevado ligeramente, por ejemplo en educación, donde existe un consenso político para que sirva de palanca del crecimiento económico y de democratización cultural. Se han recuperado mil millones de euros recortados por el anterior gobierno.
Portugal dedica un 5,1 % de su PIB en educación -frente al 4,7 % de media de la UE-. El abandono escolar temprano ha descendido desde el año 2000 del 44 % al 12,6 %. Portugal también se propone que sus jóvenes cualificados emigrados vuelvan al país para emprender – entre 2010 y 2015 más de 200 000 portugueses se fueron en busca de trabajo a Reino Unido, Alemania, Francia y Suiza-.
¿Cuál es la nueva política de Portugal?
Su política la definió el primer ministro socialista António Costa al plantear que “definimos una alternativa a la austeridad centrada en más crecimiento, más y mejor empleo y más igualdad. Lo hicimos de diferentes formas a las marcadas por Europa, pero cumpliendo las reglas”. Es decir, cumpliendo a rajatabla con las exigencias de Bruselas y el FMI referentes a la reducción del déficit y la deuda, pero negociando otros ritmos y plazos, y adoptando la vía del aumento de la demanda y las exportaciones en lugar de la del tijeretazo al gasto público social.
Sin cuestionar en nada su pertenencia al área norteamericana o las reglas de la UE, Portugal ha ganado un margen de autonomía que ejerce. Por ejemplo sumándose, a pesar de los recelos de EEUU o Bruselas, a la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China. O permitiendo la llegada controlada de capital chino en sectores estratégicos, como el energético.
Hoy en Portugal, con un gobierno presidido por el socialista António Costa -constituido en noviembre de 2015 tras el acuerdo alcanzado, y mantenido desde entonces, entre el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerdas- la situación es claramente diferente, gracias al cambio de rumbo de la política económica y social.
Un gobierno del Partido Socialista, sin participación directa pero con el apoyo parlamentario de esas dos formaciones, basado en cuatro puntos: contra los recortes salariales, reposición de las pérdidas salariales a los trabajadores públicos; aumento gradual del salario mínimo; acabar con los recortes de pensiones y actualizarlas; y revertir las privatizaciones de empresas públicas rentables, revocarlas y recuperarlas.
Un “gobierno a la portuguesa” que no es estrictamente un “gobierno de izquierdas”, es un gobierno que ha tomado medidas progresistas y de justicia social, como han reafirmado tanto el Bloco de Esquerda como el PCP, los dos partidos que apoyan al gobierno sin estar dentro. Y ha sacado a Portugal de la crisis, revirtiendo recortes y desandando el camino de la austeridad impuesto por la troika; subiendo sueldos y pensiones, recuperando inversión pública en sanidad y educación, y mejorando las condiciones de vida de los portugueses.
¿Existen limitaciones políticas?
No todo es bueno en el llamado “modelo portugués”. También tiene límites que no se ha atrevido a traspasar.
Mientras ha ganado margen de autonomía para aplicar medidas sociales, al mismo tiempo no ha cuestionado algunos asuntos “tabú”. Aunque se han impulsado medidas para reducir la temporalidad, no se ha derogado la reforma laboral impuesta por la troika. Así mismo se ha aceptado, negociando más flexibilidad, la “camisa de fuerza” de los plazos de reducción del déficit impuestos por la UE.
Otras aspectos nodulares, como la continuidad de las inyecciones de dinero público a la banca, la toma de control del capital extranjero de importantes industrias, y evidentemente la participación de Portugal en las operaciones de la OTAN, han quedado fuera del cuestionamiento político.
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Eduardo Madroñal Pedraza es profesor de instituto en España.
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Ver: Grecia, otro país es posible