Posesión: el estado disociativo

La mujer de la fotografía, durante una ceremonia Indú denominada Thaipusham en Malasia, se había acercado al sacerdote, quien le perforó la lengua con una aguja gruesa con la que se atraviesan a quienes deben de cumplir con su penitencia y por breves momentos pareció desvanecerse, siendo sostenida por un ayudante.

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Ceremonia de Thaipusam: una mujer se había ofrecido a un sacerdote como medium y para hacer servir su cuerpo de receptáculo para deidades menores al objeto de venerar al dios Hindu Lord Murugan, hijo de Shiva y de Parvati.

Tras permanecer unos instantes en un estado de semiinconsciencia, comenzó a murmurar unas palabras y a reírse en un tono muy bajo, moviendo exageradamente rápido la lengua. De repente y cuando parecía que iba a quedar dormida, emitió un extraño aullido seguido por una serie de alaridos estridentes, mirando alrededor con los ojos en blanco y como si buscara a alguien que allí no se hallaba. Al terminar, irrumpió en amargos lloros.

Cuando la despertaron miró sorprendida a su alrededor, sin saber que había podido suceder y sin recordar nada de lo sucedido.

El fenómeno de la posesión, constituye sin duda un fenómeno inquietante, tanto desde el punto de vista científico, que la consideraría como un estado disociativo originado en la persona afectada, como desde el punto de vista sobrenatural, que la atribuye a uno o varios entes quienes supuestamente se adueñan de la persona afectada.

En el caso de la ciencia, el fenómeno se intenta explicar, entre otras maneras, como un trastorno de personalidad múltiple o de histeria, que lleva a la creencia del sujeto de estar poseído por un ente extraño, aunque sin embargo acepta que en este tipo de trastornos neurológicos o psíquicos se manifiestan algunos aspectos desconocidos de la mente humana y que suele estar relacionado con la religión profesada por la persona afectada.

Entre los síntomas más inquietantes descritos esta la fuerza extraordinaria experimentada por el afectado, la realización de actos físicos que en un estado normal no le hubieran sido posibles, la controvertida “xenoglosia” (hablar en lenguas muertas o desconocidas por el afectado) o la aparición de lesiones en la piel de origen desconocido.

Durante muchos años de viaje por el continente Asiático he podido testimoniar diferentes ceremonias de trance y de posesión profundamente arraigadas en el contexto socio religioso de cada país. Si bien prefiero no afirmar ni negar nada de lo que he podido ver, si puedo afirmar que a veces ha sido profundamente inquietante y que por lo menos dentro del marco de nuestra lógica Occidental, no he podido encontrar una explicación totalmente coherente.

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