Narciso Michavila, presidente de GAD3, consultora internacional de investigación social, se pregunta si podemos llamarlo autoengaño, y sostiene que exaltar la opinión en detrimento de la información pura no es natural, y por ello la posverdad terminará por desaparecer, como desaparecen las injusticias ante la presión social, informa María González Fernández.
Narciso Michavila participó, el pasado 21 de noviembre, en una mesa coloquio organizada por Fundación Wellington sobre «Verdad y Posverdad».
El tema es uno de los que más escepticismo provocan en las personas: la desinformación y la posverdad. Junto a Michavila se sentaron Ignacio Camuñas, presidente de Honor del Foro Sociedad Civil y el periodista Luis Herrero.
Siguiendo a Michavila, el diccionario de Oxford ya ha incluido el término posverdad entre sus páginas: post-truth. La RAE puede que acabe acogiéndolo también. La posverdad consiste en otorgar más relevancia a la apariencia de los hechos que a la realidad en sí, aunque la información que de aquí se extraiga sea falsa.
La exaltación de los pensamientos y las emociones sin fundamento impera en los discursos sociales. Información vetada en aras de la subjetividad. Algunos la denominan “era Pinocho”, a la actual, aunque la práctica de posverdad es algo ancestral, pues va ligada a la mentira y esta es tan antigua como la propia humanidad.
Así lo asumió Michavila, “todos los conflictos bélicos pasados y presentes empiezan con una mentira”.
Vivimos bombardeados por informaciones. Publicidad y propaganda son las primeras que “dicen verdades a medias”. “Dispones de medios de comunicación que permiten la interactuación en un contexto de opinión pública, es una realidad a la que debemos adaptarnos y buscar soluciones”, explicó el presidente de GAD3.
Ansiamos confirmar las propias creencias y esto se ha convertido en un problema social dada la cantidad de informaciones opuestas que existen en los medios de comunicación convencionales y redes sociales. La proliferación de las “contradicciones informativas” crea un déficit de criterio en las personas.
Continuamente se buscan opiniones que vayan de la mano con las creencias propias, y quien opina diferente, origina un conflicto. Comentó Narciso Michavila cómo “la gente se enzarza en discusiones infinitas, fagocitadas por grupos de activismo en redes”, una horizontalidad comunicativa fruto de la globalización.
“Existe un gran nivel de desinformación y manipulación que apela a las emociones, el corazón y a los grupos de influencia”, sentenciaba Michavila, es por esto que leo aquello que confirma mis sentimientos. Y esto no es mentira, es una realidad, aunque sea subjetiva. Por eso preferimos llamarlo posverdad.
¿Podemos llamarlo autoengaño? se preguntó, para señalar que exaltar la opinión en detrimento de la información pura no es natural, por ello la posverdad terminará por desaparecer, como desaparecen las injusticias ante la presión social.
Algunas posverdades tardarán más, pero concluye el presidente de GAD3 que es cuestión de tiempo encontrar soluciones, y este es el clavo ardiendo al que agarrarse. Seamos escépticos y contrastemos.