La llamada hipertensión gestacional tiene lugar como parte del proceso del embarazo y no se considera de riesgo siempre que esté controlada. Esta no daña a la madre ni tampoco al feto y tras desaparecer después del parto volverá a sus valores normales. Sin embargo cuando tienen lugar la preeclampsia constituye una enfermedad propia del embarazo, parto y puerperio y está caracterizada por su asociación a morbilidad y mortalidad materna y perinatal.
En los casos en los que esta tensión desarrollen una preeclampia la situación es grave dependiendo del cuadro que la madre presente. Tanto la preeclampsia como la eclampsia son parte del espectro de los trastornos de la presión arterial alta, los llamados hipertensivos y estos pueden transcurrir especialmente al final del embarazo en donde se corren varios riesgos. Si la enfermedad se complica y afecta a la funció cerebral, puede ocasionar convulsiones y la paciente puede entrar en coma al padecer eclampsia.
En otras pacientes se puede desarrollar el síndrome Hellp y es cuando suben las enzimas hepáticas, tiene lugar una hemóslisis y se desintengran los glóbulos rojos que transportan oxígeno y existe un bajo recuento de plaquetas que son las células responsables de detener el sangrado. Existen entre otros cuadros una elevación de las transaminasas, un edema pulmonar o aparición de alteraciones cerebrales o visuales, así como una tensión alta mantenida.
La preeclampsia grave, eclampsia y el síndrome HELLP presentan una baja incidencia es decir, 4 casos cada mil partos además de una baja mortalidad (1.5%) si bien la tasa de complicaciones no es nada desdeñable. Es muy importante reconocer la preeclampsia en la semana 20 de gestación porque luego las consecuencias pueden ser realmente serias. Se debe evaluar la proteinuria, la microalbuminuria que detecta una disfunción vascular generalizada, así como los índices de proteína-creatinina.
Cerca de un 14 % de las mujeres terminan en la unidad de cuidados intensivos dependiendo de la afectación que tengan. Los criterios de ingreso obstétricos en unidades especializadas varían según la prevalencia de determinadas enfermedades, áreas geográficas, definiciones operativas de morbilidad, criterios de ingreso, y protocolos de manejo y tratamiento, entre otros aspectos relevantes, aunque se estima una utilización de cuidados intensivos obstétricos entre el 1-3% de los partos, especialmente por preeclampsia grave y hemorragias masivas.
No hay que olvidar el daño neonatal que se asocia a más del 55 % de los casos. En algunos, es necesaria la interrupción de la gestación para salvar a la madre, otros tienen dificultad respiratorias de diversos orígenes y en los casos más complejos, malformaciones al nacer.
Actualmente existe un incremento de la preeclampsia y se asocia a la diabetes, a la obesidad y a la hipertensión crónica que no se regula, especialmente en pacientes entre 30 y 35 años de edad.
Otras complicaciones asociadas al feto tienen lugar cuando sucede una preeclampsia dado que fisiológica y estructuralmente son inmaduros y es normal que requieran una terapia intensiva por su dificultad para respirar. La intervención con cesárea, los cambios en el medio hormonal de feto-madre, pueden por otro lado provocar y desencadena otras patologías incluida la mortalidad fetal tardía en situaciones en donde tiene lugar una hipoxia, el hematoma retroplacetario y la malnutrición fetal.
El abordaje con sulfato de magnesio se utiliza en el 90 % de las gestantes dado que reduce el riesgo de padecer eclampsia en las embarazadas. En todo caso, a lo largo del embarazo en los controles que debe realizar con su ginecólogo, tendrá que determinar todos estos riesgos y poner un tratamiento para evitar situaciones realmente complejas.