Hoy se celebra en todo el mundo el Día de la Reforma Protestante. “Existen en el mundo alrededor de 700 millones de protestantes o evangélicos”, informa la Wikipedia, “distribuidos en diferentes denominaciones que siguen diferentes líneas interpretativas de la Biblia. ¿Qué diferencia hay entre ‘protestante’ y ‘evangélico’?
En Protestantismo en 100 palabras, Francisco García Lorenzana recuerda el origen del concepto der “protestantismo”, que nace en 1529 en la segunda Dieta de Espira (Alemania), al forzar el papa Clemente VII al emperador Carlos V para que renovase el Edicto de Worms, que había quedado suspendido provisionalmente tres años antes en la primera Dieta de Espira (1526).
“Ante esta vuelta atrás en el camino hacia la concordia religiosa en el Imperio”, explica, “los representantes de los estados y ciudades reformados elevaron una protesta y se retiraron de la Dieta. A partir de ese momento, el bando reformado dentro del Imperio fue conocido como ‘protestante’ y sus ideas agrupadas bajo el calificativo de ‘protestantismo’.”
“El nombre”, continúa, “nace, pues, dentro del conflicto religioso del Sacro Imperio y tiene en su origen un claro carácter polémico frente a la Iglesia católica, que al ir perdiendo su universalismo, también quedará reducida al concepto mucho más restringido de ‘catolicismo’.”
Así, pues, el apelativo ‘protestante’ identifica a los cristianos evangélicos vinculados a las iglesias o movimientos nacidos en los entornos de la Reforma Protestante, tanto la Reforma Magisterial impulsada por Martín Lutero como la Reforma Radical que propició el movimiento bautista.
Por su parte, el calificativo ‘evangélico’ identifica indistintamente a los protestantes evangélicos reformados como a los creyentes de iglesias encuadradas en los movimientos de evangelización de denominaciones evangélicas no vinculadas a las iglesias nacidas de la Reforma Magisterial.
La práctica del bautismo podría ser un signo distintivo propio de cada grupo: mientras las iglesias ‘protestantes’ mantienen el ‘bautismo de infantes’, las evangélicas no bautizan niños, sino que practican el ‘bautismo de creyentes’ (adultos, por decisión propia).
En el artículo editorial Plurales en las formas, unidos en la fe, Máximo García Ruiz expresaba así las señas de identidad de la “casa común” del protestantismo madrileño en el primer número del periódico MP Madrid Protestante:
“Unas iglesias se expresan a través de los dones del espíritu con una gran libertad para enfatizar los sentimientos religiosos, otras se apoyan en una rica y rígida tradición litúrgica; las hay que ponen sus énfasis más acentuados en la conversión individual, a la par que otras enfatizan más la importancia de la communio sanctorum, la comunión de los creyentes, la fe colectiva, sin perder de vista el valor irrenunciable de la fe individual; algunas se distinguen por su vocación evangelizadora y la extensión misionera, mientras otras ponen su empeño en la transformación social; las hay que protegen celosamente sus relaciones externas, mientras que otras son abiertamente partidarias de incrementar y fortalecer sus relaciones ecuménicas.”
“Fuera del ámbito historiográfico”, sostiene García Lorenzana, “el concepto [‘protestantismo’] no tiene una aceptación unánime en el movimiento evangélico mundial, pues muchas de las iglesias y denominaciones prefieren utilizar el término ‘evangélico’ para uso interno y especialmente externo; ‘protestantismo’ sigue manteniendo su fuerza polémica en aquellos países y zonas del mundo en las que se dirime un enfrentamiento importante con el catolicismo mayoritario.”
Así pues, en el caso español, “evangélicos” puertas adentro de las iglesias y los entornos religiosos; sociológicamente, “protestantes”, rotundamente.
Otra cosa es el caso de las Américas de habla española y portuguesa, donde la población evangélica supera, en algunos ya muy holgadamente, el 20 por 100 de la población total de varios países.