Un doble acto criminal en toda regla. Es lo que en Kirguistán llaman ala kachuu -”agarrar y correr»-. El rapto de novias.
Esta foto le ha valido a la fotoperiodista japonesa Noriko Hayashi la Visa de Oro en Reportaje en la edición 2013 del festival Visa pour l’Image recientemente celebrado en Perpiñán la catalana, Francia.Una mujer destrozada, consolada por un hombre y otra mujer, llora presa de desconsuelo el rapto de su hija, una chica a la que casarán a la fuerza con hombre al que no conoce ni mucho menos ama.
Un doble acto criminal en toda regla. Es lo que en Kirguistán llaman ala kachuu -”agarrar y correr»-. El rapto de novias.
Alrededor de 15.000 mujeres al año se cree que son el blanco de secuestros por parte de sus pretendientes en la ex república soviética. Aunque ilegal desde 1994 sobre el papel, las autoridades hacen la vista gorda en gran medida a esta práctica abyecta.
Si bien hay una cierta confusión sobre los diferentes tipos de secuestro, ya que algunas parejas jóvenes pueden representar un escenario de secuestro que a posteriori acaba siendo sancionado por sus padres. Está claro, sin embargo, que la mayoría de los secuestros se producen contra la voluntad de la mujer.
Por lo general , el novio putativo reúne a un grupo de hombres jóvenes y alquila un coche para ir a buscar a la mujer con la que quiere casarse. Mujeres confiadas acaban siendo a menudo arrastradas por la calle y metidas a la fuerza en un coche que las lleva directamente a la casa del hombre donde con frecuencia la familia ya ha empezado a hacer los preparativos para la boda.
Una vez en la casa del hombre, la mujer es llevada tras una koshogo, o cortina, donde se emplean diversas tácticas para engatusarla e intimidarla para que acepte la oferta de matrimonio. Mujeres mayores de la familia se encargan de convencer a la joven novia de que debe aceptar y bloquean el camino a la puerta con barras de pan, ya que se considera de mala educación pasar por encima de lo que es el principal alimento básico del país. En la tradición de Kirguistán también se consideran impuras las mujeres una vez que entran en la casa de un hombre, como se apresuran a recordarles cuantos se presentan en la casa para convencerlas de que accedan al matrimonio a la fuerza para evitar así la desgracia para ellos y sus familias.
Los partidarios de la práctica de esta inhumana tradición de Kirguistán se sienten ‘ofendidos’ cuando se les habla de los derechos de las mujeres y la ley. Se trata de una práctica que está muy extendida en ese país y otras partes de Asia central y el Cáucaso que se remonta al siglo XIX y se incrementó durante la sovietización de Kirguistán en los años 1930 y 1940. Russel Kleinbach, del Instituto Korgon Kyz, una oenegé que hace campaña contra el secuestro de novias, apunta al hecho de que esta práctica es también contraria al Islam, la religión oficial de Kirguistán.
Los matrimonios que resultan de rapto de novias son caldo de cultivo de las tasas significativamente más altas de violencia doméstica, como certifican las estadísticas de divorcios y los numerosos casos de suicidio entre las mujeres que fueron secuestradas.
fue a explorar el tema y cuenta la historia de cuatro mujeres que han sido afectadas por este fenómeno: Fardia, una mujer de 20 años que fue secuestrada, pero se resistió y terminó siendo rescatada por su hermano de la familia de su pretendiente; Cholpon y Dinara, dos mujeres que fueron secuestradas y, por una razón u otra, decidieron ceder y casarse, y Urus, una joven que fue secuestrada y liberada, pero que se suicidó después del drama del rapto sufrido.