En el principio no había luz. Entonces, la gente hizo la poesía. El mundo vio que la poesía era buena y la separó de las tinieblas.
Ella es inquieta como una ardilla que desea alcanzar el último copo de inspiración para poder ver desde esa altura el paisaje completo.
Tiene corazón de volcán; a veces, el latido está en reposo y, otras, en atronadora erupción. Cuando duerme los sueños recobran su vocación felina; se trepan a su alma para caminar con finos pasos amortiguados que dejan un halo perfumado sólo perceptible para otro ser de su misma especie.
Juega con los conocimientos de los menesterosos que se afanan en irlos recogiendo, clasificando, almacenando por categorías, conceptos, indicadores. Ella los ordena sistemáticamente -nada hay más riguroso que un soneto- construye montañitas de palabras tan simples como pan, tan extrañas como ued.
Nunca quiso entrar en razón. Tuvo la osadía de enamorarse. Supo que el embeleso no se explica; el arrobo no se formula sino que se canta. La pasión amorosa es la mejor aproximación a la idea de felicidad.
Una tarde de julio, en la espalda del amado, descubrió lo bien que rima miel sobre piel.
Aprendió que la manera más segura de lograr el encuentro es andar a tientas. Inauguró la lengua. Preservó el suspiro. Clausuró con un párpado la mirada que se escapaba. Cobijó al te quiero despidió al ¡ya basta!
No sabremos jamás dónde nace el manantial que da vida a las palabras porque cuando nos dejamos envolver en sus aguas el silencio brota y no hay nada más probatorio que el pulso acelerado que lo acompaña.
Nunca quiso entrar en razón. Tuvo la osadía de enamorarse….. uy como se siente esto….