Cada cual «enruta» la vida hacia donde Dios le administra, o el Destino, o quienes le rodean, o él mismo, o mediante una conjunción de todo o de nada. Sea como fuere, somos dueños de nuestros actos, que obviamente se entienden en un contexto y en unas circunstancias determinadas y determinantes.
Entre las opciones vitales se halla la de buscar la medida entre el hablar y el hacer, entre el sentir y lo racional, entre los excesos y quedarnos cortos. Es lógico que haya un poco de todo, incluyendo situaciones extremas, pero por lo que hemos de apostar, indudablemente, es por una línea regular y por un trasiego lo más feliz posible para nosotros y para todos sin exclusivismos.
Hemos de intentar que los sentimientos definan lo que los expertos llaman el «ajuste fino». Ante cualquier vacilación, como diría El Principito, busquemos los caminos que sólo conoce el corazón. Nos descubrirá incluso «objetividades» que creíamos olvidadas.
Aute y, antes que él, Quevedo nos recordaron que somos «polvo enamorado». El sentimiento bien llevado es la muestra de nuestro amor. Sin él somos vacío. Como se lee en Las Sandalias del Pescador, de nada nos sirve hablar todas las lenguas del mundo si no tenemos caridad, si no amamos al prójimo como a nosotros mismos, esto es, a la par. Ningún compromiso individual existe sin la mirada colectiva.
Todo es fruto del amor, de sentir en positivo, de considerarnos desde esa perspectiva, que amansa y mejora nuestro estado personal y nuestras relaciones y comunicaciones internas y externas. Por lo tanto, en el comienzo de un nuevo día reiteremos nuestro compromiso con saber y propiciar ese sentir que nos demostrará, porque así será, que estamos vivos.
Despertar
Y a ti te añado las siguientes palabras:
«Sé que madrugas. Te intuyo en ese entorno que rescata el frío para defender la complacencia divina. Pienso en las travesías que son más entretenidas por tu presencia inefable, y vuelvo, únicamente por un instante, la vista atrás.
Te presiento ahí, aunque no te dejas ver. Así, mantengo una conversación con mi yo que tiene reminiscencias de algo, entiendo, experimentado en la salud y en la jovialidad que surgen por una ocasión que media entre varios mundos.
Sé que te despiertas temprano. Lo capto porque me llamas. No sé de dónde vienes, ni el trayecto que emprenderás. No es momento para preguntas, sino para respuestas interiores que nos definan desde la convicción de que la meta y su pasión confluyen en la felicidad. Hoy ésta eres tú. Sé que estás ahí porque has madrugado, como yo…»