Ha comenzado el éxodo de todo el personal que tiene permiso para abandonar la nave tomando unos días de libranza para celebrar las fiestas navideñas con sus familias, aquellos que por motivos religiosos o personales tienen motivo para dicha celebración.

A otra parte de la tripulación estas fechas les dan más o menos lo mismo bien porque son practicantes de otras religiones que celebran otras fechas, bien porque no sean creyentes de ninguna confesión y prefieren estar a otras cosas o bien porque no tengan nada que celebrar, como es mi caso, dada la situación que se vive estas navidades en Gaza.
Es difícil imbuirse de ese espíritu navideño cuando en la tierra en la que nació el gran protagonista de la celebración navideña está pasando lo que está pasando: el genocidio del pueblo palestino en la franja de Gaza a manos del gobierno de Israel.
Se supone que en estas fechas se está bajo un acuerdo de paz entre Israel y Hamás sellado el diez de octubre. Se consiguió que cesaran las hostilidades y agresiones a gran escala, que la ayuda humanitaria comenzará a llegar pero no con la cantidad e intensidad necesaria para poder aliviar la terrible hambruna a la que también Israel sometió a los habitantes de Gaza.
La destrucción de los edificios y las infraestructuras es de tal magnitud que la mayoría de su población está desplazada viviendo en campamentos improvisados en tiendas de campaña o refugios construidos con los restos de la propia destrucción.
Ni siquiera el tiempo se ha apiadado de este pueblo, las lluvias y frío otoñales han arrasado estos asentamientos provocando más muertes por el intenso frio y las precarias condiciones de los materiales utilizados.
Las violaciones del alto el fuego son constantes por ambas partes, pero sobre todo, dada la inmensa desproporción de sus fuerzas, por el gobierno de Israel. Los milicianos de Hamas dicen que son su principal objetivo, pero lo cierto es que la gran mayoría de muertos desde la firma del alto el fuego, cerca de cuatrocientos según informan la BBC y Médicos sin Fronteras, son civiles, entre ellos muchos niños y niñas.
Cómo conmemorar la llegada de un niño hace más dos mil años a esas tierras si en ellas se está cometiendo la mayor persecución de esas criaturas desde tiempos de Herodes.
Quizás ese niño, ese hombre hijo de Dios, siendo Dios mismo, con su legado ha llegado sin fuerzas a este milenio para detener las injusticias que vino a mostrar para acabar con ellas. Quizás ese Profeta del que los mismos judíos renegaron murió crucificado por desafiar al poder establecido que no permitía la convivencia con otros diferentes, ni, por supuesto, una sociedad más justa.
Los acuerdos de paz fueron firmados y parece que era el documento que necesitábamos para olvidarnos de este conflicto con esas terribles imágenes emitiéndose a la hora de comer o cenar. Pero en este y otros conflictos siguen muriendo personas inocentes que no serán invitadas a ninguna celebración. Y su sufrimiento no debe ser olvidado ni relegado a las páginas interiores de los informativos
Este año no tengo cuento de Navidad y me resulta muy doloroso desearles felices fiestas.



