Todo bien. Es en este viernes que me levanto de buen humor. Es una conquista milagrosa en los tiempos que corren: hay mucha prisa, demasiada competencia, en un universo que se despega de los amigos a la menor ocasión, puede que porque no lo son tanto. Yo he tenido suerte en ese sentido, o así lo quiero ver. Debe ser, repito, el buen humor, que me gusta cultivar.
Ciertamente me levanto con empeño, con gracia, con ganas de trabajar y de salir adelante, tomando el mejor desayuno del mundo, por sencillo que éste sea. La actitud nos define. Por eso las genéticas cercanas se diferencian tanto, o las lejanas se asemejan… Son las posturas las que nos conducen por el río de la vida. Lo importante es que comprendamos lo esencial antes de que se acabe el juego.
Suelo hablar de generosidad, como de paz, desde la consideración de que es uno de los mejores senderos para llegar a las metas compartidas que nos hacen ser sociedad. Generosidad significa dar sin pedir nada a cambio, sin pensar en el qué dirán, sin buscar la cosecha. En verdad, sin perseguir objetivos, sino cultivándolos cotidianamente, llegamos más fácilmente a éstos. De no ocurrir así, tampoco supone una frustración, pues no han de ser nuestro fin: se han de ver como los itinerarios por y para la dicha.
Tenemos más suerte de la que confesamos. Puede que no lo digamos porque no somos conscientes de ello. En todo caso, como en esta mañana, hagamos el esfuerzo de reconocer nuestra fortuna, y de reconocernos como seres felices, que lo somos, si nos vemos así.
Indica una de las protagonistas de «¿Conoces a Joe Black?»: «No importa que no sea tu favorita. Lo importante es que tú lo eres para mí». Es una conversación de despedida entre un padre y una hija, una despedida que nos habla de toda una vida de lucha por los demás. Me parece una comunicación de tan suma generosidad que hasta se me saltan las lágrimas de alegría. No hace falta que les reseñe que ese padre advirtió, aunque fuera al final de su viaje por esta dimensión, que había educado a la mejor hija del mundo. Cayó en la cuenta de que la amaba más de lo que se percibía.
Mi conclusión (nada absoluta, por supuesto) es que no hemos de aguardar a despedidas para testimoniar nuestro amor y nuestras posibilidades de cariño. Hoy, como siempre, puede ser un buen día. Es cuestión, como nos recuerda la canción, de plantearlo desde ya.