Siete candidatos han sido aceptados ya oficialmente para participar en las primarias del Partido socialista, que de forma deliberadamente errónea los grandes medios informativos califican de “primarias de la izquierda”. Elección primaria al margen de Jean-Luc Mélenchon, por “Francia insumisa” y de Yannick Janot por los ecologistas no sometidos al Partido socialista.
Entre los siete participantes de la primaria socialista: el exprimer ministro Manuel Valls, responsable de la promulgación de la muy antisocial “ley trabajo” y de la neoliberal “ley Macron” que la precedió, todo ello con el supositorio antidemocrático del 49,3, artículo de la constitución francesa que permite prescindir del parlamento cuando el ejecutivo se encuentra en minoría.
Hollande, Valls y Macron han aplicado durante su mandato una política económica de derechas, con métodos autoritarios, aplaudida a menudo por la organización patronal. Los ministros socialistas Arnaud Montebourg y Benoit Hamon y la ecologista Cecile Duflot, dimitieron y denunciaron dicha política. Coherente con sus ideas Emmanuel Macron, se fue del gobierno y lanzó su candidatura, con estilo importado de los Estados Unidos, que parece mas cercano del marketing de venta comercial agresiva que del debate de ideas.
Cabe reconocer sin embargo que la actitud de Macron es coherente con sus ideas neoliberales, al no desear someterse al Partido Socialista y declarar abiertamente que no es de izquierdas, logrando el apoyo de círculos empresariales y de algunos “socialistas”. Con su movimiento “En marcha”, Macron apuesta por el ocaso de los partidos políticos tradicionales y busca ocupar un espacio entre el fracaso socialista y la vieja letanía de la austeridad de la derecha conservadora, representada ahora por François Fillon. Macron con su declarada “modernidad” ha ocupado de hecho el espacio político al que aspiraba Valls.
El problema con Manuel Valls es que carece de credibilidad, de coherencia y parece haberse equivocado de primaria. Quizás hubiese podido ganar frente a Fillon, en la primaria de la derecha, vaya usted a saber… o bien como un electrón libre estilo Macron en busca de un electorado desencantado de la política, indeciso y centrista.
El mismo Valls que quería borrar de la historia la apelación socialista de su partido, el mismo social liberal que aseguraba que existen en Francia dos izquierdas irreconciliables, el mismo ultra minoritario en su propio Partido en 2012, el mismo que ha hecho uso del 49,3 y se ha servido del Estado de excepción antiterrorista para intentar prohibir las manifestaciones sindicales en Francia. Ese mismo Valls nos promete ahora que es de izquierdas, que quiere reunir a todos y suprimir el 49,3 de la constitución.
Entre los siete candidatos declarados en la primaria socialista, cuatro son exministros de Francois Hollande y de ellos solo dos en ruptura con la acción presidencial, que han expresado ideas y valores de izquierdas: Benoit Hamon y Arnaud Montebourg, oponiéndose abiertamente a la «ley trabajo» y preconizando una reforma profunda de las instituciones de la Quinta republica.
Frente a Manuel Valls, encontramos también al recién incorporado exministro Vincent Peillon, representante de las corrientes del partido que defienden el balance del mandato presidencial en curso, pero que no quieren ver a Valls ni en pintura.
El resto de los candidatos es más para dispersar votos y justificar la apelación de “primaria de izquierdas”, con personalidades tan insignificantes –en términos políticos evidentemente- como son el centrista Jean Jacques Benhamias, el ecologista compatible Francois de Rougy, o la radical de izquierdas Silvia Pinel. Las candidaturas de los socialistas de izquierdas Gerard Filoche y Pierre Larroutourou de Nouvelle Donne, han sido rechazadas, probablemente por hacer propuestas demasiado “izquierdistas” y en ruptura total con Hollande y Valls.
Si la derecha conservadora ha movilizado cuatro millones de sus simpatizantes en las primarias, habrá que ver ahora cuántos electores acuden a las urnas para elegir un candidato socialista. Recordemos que el cuerpo electoral en 2016 es en Francia de 44,8 millones de personas, y la elección presidencial en dos vueltas califica a los dos candidatos que llegan en cabeza en la primera ronda. La modestia se impone pues a todo ganador de una elección primaria.
La apuesta de Hamon y Montebourg para intentar salvar del naufragio al Partido Socialista, en vez de aliarse con Melenchon, es arriesgada y lleva consigo el cálculo político de las elecciones legislativas que seguirán a la presidencial de 2017. Un grave error que condena a la división de la izquierda en la primera ronda de la elección presidencial.
La designación de un candidato del Partido Socialista en esa primaria al margen de la izquierda real en el país, parece en mi opinión destinada al fracaso, pese al pomposo nombre de “Belle Alliance populaire” que organiza la elección entre socialistas con carné, cuyo resultado definitivo se hará publico a fines de enero 2017.