«-No sé por qué hacen propaganda si todo el mundo sabe que va a ganar.
-Las formas democráticas son importantes»
(del diálogo de dos matrioskas enfundadas en sus abrigos de piel, en un chiste de la jornada electoral rusa).
Sin sorpresas, Vladimir Putin ha ganado, el domingo 17 de marzo de 2024, lo que la prensa occidental califica de «mascarada» y «simulacro de elección» después de tres días consecutivos de votaciones, incidentes que han terminado con la detención oficial de 74 personas.
Una movilización de la oposición que acudió a la cita fijada para el mediodía del domingo y que en la urnas –en Moscú, en San Petersburgo, en Kazán, en los centros y en las periferias, e incluso en las instaladas en las embajadas en el extranjero- ha escrito el nombre de Navalny en su papeleta, igual que lo ha hecho su viuda, Yulia Navalnaia, al introducir la suya en la urna de la embajada rusa de Berlín.
El gesto respondía también a una de las últimas peticiones del propio Alexei Navalny, pocos días antes de su asesinato en la colonia penitenciaria donde cumplía una condena de diecinueve años por «extremismo»: Navalny pidió un «Mediodía contra Putin (…) un gesto simbólico» y según un joven elector mencionado por la Agencia France Presse en una de sus crónicas, «la única manera de expresar (su) posición en estas circunstancias».
En el caso de los moscovitas contrarios a Putin, han sido cientos los que han acudido a la tumba de Navalny para cubrirla totalmente con flores y sus papeletas de votación, con su nombre estampado encima con rotulador.
«El señor Navalny», se ha atrevido a pronunciar Vladimir Putin en la primera declaración efectuada tras iniciar un nuevo mandato, el quinto, para los próximos seis años, con un score oficial cercano al noventa por ciento de los votos en un escrutinio sin el menor suspense, mencionando por primera vez en público la muerte –repentina y sin ninguna explicación hasta la fecha- de quien fue su principal opositor: «Ha muerto. Si, ha muerto, es siempre un acontecimiento triste, pero tenemos otros casos de personas que han muerto en la cárcel», han sido sus palabras textuales, que un periodistas del canal estadounidense NBC ha desvelado el primero.
«Ha sido necesario que Putin asesine a Navalny para que finalmente pronuncie su nombre», escribe en su cuenta de X Christopher Miller, periodista del Financial Times, recordando que hasta ahora los responsables del poder ruso le llamaban «el bloguero», «ese señor», «ese ciudadano», «ese personaje» o «la persona a la que usted se refiere» (ahora sabemos donde aprendió maneras M-punto-Rajoy).
Como, una vez muerto el adversario, se puede decir cualquier cosa sobre él que nadie vendrá a desmentir, Vladimir Putin ha asegurado en las últimas horas que, antes del deceso de Navalny, se estaba organizando un intercambio de presos con Alemania, precisando que el fallecido estaba «de acuerdo» en que le cambiaran por «algunas personas que se encuentran en establecimientos penitenciarios de países occidentales», con la única condición «de que no volviera nunca más».