Nunca se apagará su voz, la poetisa de Torrelodones, ha muerto a los 104 años. Trini Muñoz, una mujer que recitaba versos propios; esos que de corrido hacían palidecer a propios y a extraños nos ha dejado hoy. El pueblo amanece en un día nublado para despedir a la persona que hizo de las letras un poema suyo. Siempre tenía una palabra amable; una para los guardias civiles a quienes les dedicaba los versos a la Virgen del Pilar, otra para los miembros de la Banda Sinfónica Municipal de Torrelodones, otra para su iglesia, la parroquia de San Ignacio, otra para usted si le propinaba un poema a plena luz del día… Así era Trini.
Nacida en Ávila en El Fresno, a la orillas del río Adaja cerca de la ciudad, Trinidad Muñoz Gutiérrez vino de niña a Torrelodones a los nueve años porque sus padres querían buscar trabajo ya que no se ganaban la vida con el campo. Su padre le inició en los versos cuando le mandaba postales desde Extremadura. Con pocas palabras, decía, ya me salían solos los versos. Hablaba de la vida, de la guerra, de la España que conoció que lejos de ser triste era mejor que la de ahora. Todo está muy revuelto, añadía.
La vida es así, una vez se pasa bien y otras veces, se pasa mal…decía.
Siempre habló con pasión del pueblo que la acogió, Torrelodones, y especialmente de los amigos que tantas veces la ayudaron. Estuvo de niñera muchos años en la finca a la que vinieron sus padres y con catorce años, la trasladaron a Madrid a la zona del Retiro. Allí estuvo en una casa con unas niñas y pudo conocer el mar; ese que tanto añoraba cuando nos contaba cómo era.
Comenzó a escribir sus propios versos con una facilidad importante, una retentiva que impresionaba cuando se arrancaba en los actos públicos y era capaz de recitar sin dilación. Hablaba de la vida con sus letras, de las personas en particular y de cuanto acontecía, porque detrás de esa singular mirada estaba su generosidad, la fe que siempre la acompañó y el deseo de agradar a todos los que la abordaban. Siempre tuvo un especial recuerdo de su madre; ese poema que a todas las mujeres les hacía palidecer en el Día de la Madre; ¡madre no hay más que una! decía, y en su añoranza sus pequeños ojos se llenaban siempre de lágrimas.
En sus últimos años vivió rodeada de amor; ese que le daban los sacerdotes de la parroquia; el padre Ignacio, y el padre José en la residencia Parroquial Santa María de los Ángeles y siempre guiada espiritualmente por el padre Gabriel a quien veneraba como a un hijo y en quien se recostaba cada vez que salía de la residencia. 
Ese lugar familiar y entrañable en donde auxiliares, voluntarias y todas las personas que la conocieron iban a verla. Cada domingo en misa, era recogida por María Dolores; una de sus mejores amigas con quien comía y a quien le agradecía el paseo dominical. Era fuerza, esperanza y todo salud. Para Trini los cumpleaños siempre eran uno más y cada vez que llegaba su día apostaba con los que la felicitaban cuántos años la echaban ese año; siempre había otro más.
El ayuntamiento le rindió un homenaje en su centenario y le dio una calle que ostenta desde entonces. Trini siempre tuvo una palabra amable para todos los vecinos; ¡todos me quieren mucho! decía. Hoy se marcha a los 104 años. Lúcida, capaz, muy inteligente, deja un legado que no morirá. El legado del recuerdo en verso, el del agradecimiento en palabras, el del amor en estado puro.
Fue la madre de todos, la persona que en el fondo, no morirá nunca para los torresanos. Trini, ¿quién no conoce a Trini en Torrelodones? Descansa en paz. Gracias por tus días, por tus versos, por enseñarnos de qué va esto; ya sabes, las cosas de la vida, esas que nos tienen en un sinvivir realmente por nada. Nos perdemos lo importante aunque tú, en tus 104 años sí supiste verlo y recitarlo; solo lo importante merece la pena ser vivido.
Ya te has ido con Él; ahora te toca recitar el poema de la madre allí arriba. Total ná.
P.S. Y como no queda nadie que recite como tú, ahí dejaste el poema para que lo hicieran por ti. Te has marchado pero tus letras permanecen para siempre. Ahí va eso…
