Diálogo imaginario escuchado este lunes en un plató de televisión neoyorquino:
Técnico de sonido: Bajo unos minutos. ¿Te traigo algo, jefe?
Periodista: “Una Groenlandia, por favor”
Varias emisoras abrieron sus telediarios con la asombrosa noticia: El Gobierno danés convoca al embajador estadounidense tras el nombramiento de un enviado de Donald Trump a Groenlandia. Copenhague califica este gesto de falta de respeto a la soberanía danesa.
El titular de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, se hizo eco del malestar de los jefes de Gobierno de Dinamarca, Mette Frederiksen, y el presidente groenlandés, Jens-Frederik Nielsen, que criticaron la decisión de la Casa Blanca y apelaron a la legalidad internacional y a la autodeterminación del territorio, ex colonia danesa que goza del estatuto de autonomía desde 1979.
No se pueden anexionar otros países, tampoco con el argumento de la seguridad internacional, sostuvieron Frederiksen y Nielsen comentando la argumentación de Donald Trump, partidario de la anexión de Groenlandia a los Estados Unidos. El presidente estadounidense aludió a su deseo de controlar la mayor isla del planeta ya en 2019, durante su primer mandato. En aquél entonces, los argumentos esgrimidos por Washington resultaron poco convincentes. Norteamérica aludió a la cercanía geográfica y al deseo de los inuit (pueblo autóctono groenlandés) de disfrutar de las lindezas del modo de vida americano (Coca Cola, hamburguesas, salas de juego, etc.). En realidad, lo que reclaman los inuit es la independencia y el derecho de asociarse a cualquier movimiento sociopolítico internacional que defienda y respete sus propios intereses. ¿OTAN? ¿Consejo Ártico? Queda por ver. Pero el nombramiento del senador estadounidense Jeff Landry, amigo personal de Donald Trump, no acaba de convencerlos. Landry utilizó las redes sociales para declarar que su misión consiste en convertir a Groenlandia en parte de los Estados Unidos.
La decisión de Trump no altera el estatus político actual, al asegurar que “puede parecer algo grande”, no cambia nada para nosotros, afirma el Presidente groenlandés, Jens-Frederik Nielsen.
El control de Groenlandia, situada estratégicamente entre América del Norte y Europa, que cruza las principales zonas de transporte del Ártico, otorgaría a Estados Unidos una influencia geopolítica sin precedentes en esta región cada vez más vital.
Los rusos llevan décadas creando estaciones de vigilancia meteorológica; los chinos, recién llegados, alegan que la región sólo les interesa para desarrollar una travesía naval por el Polo Norte. Simple interés comercial, reitera Pekín. No que no se explica es la proliferación de centros culturales chinos en las principales escalas de la ruta polar.
Sin embargo, el Consejo Ártico estima que la región contiene alrededor del 30% de las reservas de gas no explotadas del mundo y el 13% del petróleo no descubierto. El acceso a estos recursos y el control sobre ellos adquiere cada vez mayor importancia en un mundo que se enfrenta al problema de la seguridad energética.
La anexión de Groenlandia otorgaría a Estados Unidos el acceso directo y el control sobre cualquier recurso descubierto en la zona económica exclusiva de la isla.
De hecho, trascendió que un grupo de Congresistas republicanos había preparado un proyecto de ley que permitiría al presidente de los Estados Unidos iniciar negociaciones sobre la compra de Groenlandia. El proyecto se denomina Make Greenland Great Again Act (Ley para hacer a Groenlandia grande de nuevo).
Groenlandia está ubicada justo entre Rusia y Estados Unidos. Siempre hemos estado posicionados entre dos superpotencias; siempre fuimos muy conscientes de que nuestra situación requería mucha diplomacia. Durante más de 80 años hemos tenido presencia militar estadounidense en el territorio. Y nos consta que Estados Unidos considera a Groenlandia una puerta o puerto principal hacia Rusia, afirma Naaja Hjelholt Nathanielsen, Ministra de Negocios, Comercio, Minerales, Justicia e Igualdad de Groenlandia, encargada de los asuntos de seguridad económica, comercio, minerales y justicia de la isla.
Aquí, la población se siente cercana a los inuit del círculo polar ártico y del sistema de seguridad social nórdico, no del americano. No de Rusia ni de los Estados Unidos. Aviso a los navegantes…



