Turismo de desastres

El último grito en vacaciones: visitar escenarios de tragedia

turismo-de-desastres Turismo de desastresPES.- Las heridas, aun sin restañar, de la última catástrofe nuclear en Japón; los restos de lo que fueron villas y balnearios destruidos por el tsunami en las paradisíacas islas del pacífico, la carcasa del Costa Concordia estancada junto a la isla toscana de Giglio, los barrios y pueblos enteros barridos del mapa por la guerra de Afganistán y ahora ya incluso la famosa curva donde hace unos días descarriló el tren de alta velocidad que cubría el trayecto entre Madrid y Santiago de Compostela, forman parte de lo que desde hace ya algunos años se conoce como “turismo negro” o “turismo de desastre”.

Huracanes, accidentes, campos de batalla, escenarios de catástrofes… un nuevo tipo de tour operador organiza visitas, con subida de adrenalina garantizada, a zonas damnificadas, cuenta en un reciente reportaje el diario francés Libération, en un artículo firmado por Thomas Liabot. Para quienes no están afectados por la crisis, disponen de suficientes recursos y han agotado ya el turismo de playa, de paraíso exótico e incluso el turismo rural, el último grito en viajes organizados se llama “turismo de desastre”, que se presenta disfrazado de “viajeros que quieren vivir de cerca la actualidad”.

En 2010 –cuenta el reportaje- un británico de 39 años, al que llama “Tom”, creó la compañía Disaster Tourism, un tour operador especializado en organizar visitas y estancias a medida para pequeños grupos a escenarios de catástrofes.

En el reportaje, Tom explica que en el último año han acompañado a turistas “a ver los tornados de Oklahoma, los grandes incendios californianos, a tirarse en paracaídas en Afganistán (12.500 euros) o a pasear en “Segway” (un patinete con motor) por las favelas de Río de Janeiro”. En general son bien acogidos por las poblaciones en que se ha cebado la desgracia, pero no siempre: en la prensa de Nueva Zelanda, en 2010, se publicaron las reacciones en contra de los habitantes de la población de Christchurch, parcialmente destruida el año anterior por un seísmo, ante la llegada de autobuses de turistas.

A las acusaciones de que sus clientes son “voyeurs” (mirones, incluso sádicos que disfrutan con la desgracia ajena), Tom contesta que “los voyeurs son quienes miran las catástrofes, pasivamente, en la pantalla del televisor como si se trata de un espectáculo. A la mayoría de nuestros clientes les vemos emocionados cuando se enfrentan con la realidad del desastre y, en muchos casos, recogen dinero entre ellos y lo dejan en la zona siniestrada”. En la tienda de Disaster Tourism se puede comprar desde “regalos éticos” a partir de 12 euros hasta un bunker completamente equipado, que cuesta 57.000 euros.

Pero resulta que Tom no es el único que está ganándose la vida con este tipo de turismo. Ya en 2005, una agencia estadounidense organizó viajes en autobús por los barrios de Nueva Orleans asolados por el paso del huracán Katrina, y el pasado año los responsables italianos constataron un aumento notable de viajeros a la isla de Giglio, donde se encuentra a la de ser desguazado, lo que queda del esqueleto del Costa Concordia, el crucero que naufragó en enero de 2012 causando treinta muertos.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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