¿Qué es lo que querría expresar el intelectual Miguel de Unamuno cuando hizo decir al protagonista de su nebulosa novela llamada Niebla esto que sigue respecto de eso de ser tuyo, de ser español, España?
-¡Bueno, basta! ¡Basta! ¡Basta! ¡Esto no se puede tolerar! ¡Vienes a consultarme a mí y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después del derecho que tengo a hacer de tí lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me la gana, lo que me salga de…!
-No sea usted tan español, don Miguel…
-¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote; un Dios que piensa en español y en español dijo: ¡Sea la luz!, y su verbo fue verbo español…
Español de educación, de cuerpo, de espíritu. Y eso lo dice alguien que no dejará de tenerse por tal, porque parece que a través de ese don Miguel habla en realidad el verdadero don Miguel, don Miguel de Unamuno: genio y figura.
No dejará de tenerse por español Miguel de Unamuno ni cuando durante la dictadura del general Primo de Rivera sea confinado en la isla canaria de Fuerteventura, ni cuando la República de trabajadores de toda clase le desposea de su rectorado salmantino, ni cuando el héroe demediado deslenguado y ultramegasúpernacionalista, militar por supuesto, Millán Astray, le insulte a la inteligencia y le grite que mejor la muerte que sus palabras de bien.
Este texto pertenece a mi libro ¿Qué eres, España?, recientemente publicado por Sílex ediciones, una obra en la que he querido explicarle a eso que llamamos España lo que he aprendido que en realidad es.