Uribí

En tierras Mucubachés nadie recuerda quién pronunció las primeras palabras. Se sabe que éstas se fueron deslizando por las cordilleras escarpadas y cayeron al río Mucujún como cantos rodados cada una con un sonido distinto dependiendo de su tamaño y color.

Xulio Formoso: Uribí

 

Uribí creyó que eran piedras preciosas que caían de las nubes y en vano trató de hallar su origen. Al caer la tarde quiso ser su Madrina. Las recogió en su falda y se las llevó a la orilla de una hoguera. Allí comenzó a secarlas con felpudo de frailejones practicando en boca chiusa su amor afiebrado.

Ante esta manifestación de cariño, las letras se multiplicaron, se encontraron en su diversidad, se aparearon para el sí conmovedor y también para el no rotundo. Se complejizaron en argumentos y transparentaron para revelar la imagen de quien las pronuncia. Desde entonces no hubo posibilidad de traición si había una palabra de por medio.

Cada vez que ocurría un nacimiento, Uribí sembraba en el alma del nuevo ser una gran variedad de semillas de palabras. A medida que crecía la persona iban brotando y si se las cultivaba con amor eran más frondosos y fecundos sus frutos.

Una vez, Uribí se resbaló y algunas de las semillas se le deslizaron de los bolsillos. Una bandada de loros y guacamayas que habitaban el maizal las partieron con sus picos y se las comieron. Por eso estas aves hablan pero con la lengua mocha.

En otra ocasión se quedó dormida y no llegó a tiempo para un alumbramiento. El niño no pudo nunca hablar. Fue él quien creó los abrazos para poder expresar en un solo gesto lo que dicen miles de palabras.

El amor y las palabras son inseparables. Éstas son el suave arrullo que se brindan los amantes. Así, cuando el amor se marcha llega el escandaloso silencio.

Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

2 COMENTARIOS

  1. El amor y las palabras son inseparables. Éstas son el suave arrullo que se brindan los amantes. Así, cuando el amor se marcha llega el escandaloso silencio….. no tengo como describir este pedacito……..es hermoso aunque duele un poquito..

  2. Unirse, emparejarse, casarse, empatarse, en fin hay un montón de palabras que en Venezuela las entiende todo el mundo, con un mudo, o muda no debe ser tan seria la cosa, como bien lo expresa la escritora en su hermoso relato, existen las señas, los abrazos, las caricias, los besos y hasta el refunfuño. Pero hacer lo mismo con ser parlante que entra en el mutismo de cuando en vez,¡terrible! el amor y las palabras son inseparables, más, si se convierten en susurro junto al oído. Corto y bello, como su nombre. Uribí.

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