Sabes que soñar es gratis, y que la recompensa, por la faceta de ilusión que imprimes a tus elucubraciones, es de pura eternidad en la dicha, que acompaña al viajero ligero de equipaje y presto a experimentar la sorpresa de manera compartida. Respiras convenientemente.
Cada día es una singladura nueva, aunque sigamos la misma dirección, aunque el paquebote sea el mismo. De vez en cuando alguien aparece entre los miembros de la tripulación, y con el tiempo lo advertimos fundamental.
Soñar es vivir, como nos decía Calderón de la Barca. A menudo se nos olvida. Por eso con las luces del día nos hemos de premiar no con la auto-complacencia, sino con el desarrollo genuino y calmado de la existencia, que es, como dice mi amigo Alcolea, el más grande don.
Procuremos estar, por lo tanto, en esa tonalidad y con las suficientes caricias para avanzar desde la intuición de que las opciones están ahí para todos, aunque sean nimias. Debemos valorar lo minúsculo para también ponderar adecuadamente lo grande.
La vida no es una cuestión de porcentajes. Se trata de mirar hacia delante, y, desde la responsabilidad, hacer el bien, que, como sabemos, acaba repercutiendo en nosotros mismos. Sin pedir mucho estoy convencido de que bastante se nos otorgará. ¡Soñemos, por favor!