Decenas de personas perecieron por el embate de las aguas tras fuertes lluvias el 8 de octubre en Las Tejerías, población veinticinco kilómetros al suroeste de Caracas y, aún este lunes 10 de octubre de 2022, equipos de rescate encontraban cadáveres de desaparecidos, sepultados entre el lodo o arrastrados por un río vecino, informa la IPS.
Al primer balance oficial de veinticinco fallecidos y cincuenta desaparecidos se ha sumado el del presidente de la Cruz Roja en la región, Juan Gualano, según el cual ya se encontraron otros quince cadáveres, lo que eleva la cifra de fallecidos a 37.
Las lluvias han azotado durante una semana toda la franja norte y el occidente de Venezuela, y los deslaves, súbitas crecidas de ríos y desplome de viviendas, así como el inusual oleaje en el lago de Maracaibo, provocaron la muerte de otras trece personas en distintos puntos del país, junto con daños a viviendas y carreteras.
Las pérdidas humanas y materiales en estas áreas son considerablemente mayores de las que provoca, más al occidente en el Caribe, el huracán Julia, a su paso por las islas colombianas, con coletazos en Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador y este lunes en Guatemala, a punto de ingresar, ya debilitado, al océano Pacífico.
En Honduras perecieron dos personas al naufragar un bote y en El Salvador otras dos al derrumbarse el muro de una vivienda, informaron sus respectivas autoridades.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro declaró a Las Tejerías, una pequeña población en el eje industrial al oeste de Caracas, como «zona de desastre y catástrofe natural», al tiempo que decretó tres días de duelo en todo el país.
Centenares de familias perdieron total o parcialmente sus viviendas y enseres, y fueron llevadas a tres refugios dispuestos en la cercana capital regional, Maracay. Empresas de producción –incluida una de partes automotrices- y comercio resultaron dañadas por las aguas de cinco quebradas que se desbordaron.
El gobierno movilizó a las fuerzas armadas y sus organismos civiles para tareas de rescate, despejar vías, recoger escombros y restablecer servicios esenciales como los de electricidad, telefonía y agua potable, cuya infraestructura local fue arrasada en pocas horas por el envión de agua, fango, árboles, rocas, autos y escombros.
Municipalidades vecinas y entidades privadas, religiosas y hasta clubes de béisbol profesional se movilizaban para tareas de socorro a los damnificados, y también la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas anunció que enviará auxilios a la zona de desastre.
Este año, desde el inicio del ciclo de lluvias en abril, se han observado en el norte y occidente de Venezuela precipitaciones más abundantes, prolongadas y durante más días. El más lluvioso sobre Caracas fue el 22 de abril, cuando cayeron en este valle 52,3 litros de agua por metro cuadrado.
En agosto hubo un récord de veinticuatro días de lluvia en la capital, el mes más lluvioso en 73 años de registros, y en septiembre, con dieciocho días de lluvia, se rompió el récord de trece días para ese lapso.
«El cambio climático sin lugar a dudas se refleja», observó Maduro en medio de una alocución el 6 de octubre, cuando anunció que 120 municipios, más de un tercio de los existentes en el país, estaban en alerta por las lluvias.
El ministro del Interior, Remigio Ceballos, durante un recorrido por Las Tejerías, declaró que «tuvimos un gran deslave producto de los cambios climáticos. Con el paso del huracán Julia se produjo un vacío que generó rápidamente una vaguada», como localmente se llama a las lluvias fuertes y repentinas que desbordan cauces.
Justamente en las vaguadas de ríos y quebradas junto a muchos de sus asentamientos urbanos se han registrado desastres causados por abundantes y violentas lluvias en Venezuela.
El 9 de septiembre de 1987 en una zona aledaña a Maracay, en la misma región de Las Tejerías, el pequeño río Limón, que baja de las montañas junto al litoral Caribe, recibió en un día el volumen de agua previsto para dos meses y arrasó barrios enteros, causando más de cien muertos y cientos de heridos y damnificados.
El 15 de diciembre de 1999 fortísimas lluvias azotaron el estado de Vargas –litoral Caribe junto a Caracas- y las aguas y el lodo desprendido de la cordillera de la costa arrasaron centenares de edificios, viviendas e instalaciones turísticas, provocando un número de muertes que se estimó en por lo menos diez mil.