Teresa de Jesús: vida y ficciones

En el V centenario de santa Teresa de Jesús (1515-2015)

El siglo XVI se vivió en España bajo un clima de persecución religiosa a cargo de inquisidores, arbitristas y matamoros, contra dos de las amenazas al catolicismo: los erasmistas (que en España hicieron las veces de la Reforma protestante) y las herejías que predicaban las catervas de fanáticos, alumbrados e iluminados que proliferaban en la época.

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Xulio Formoso: Teresa de Jésus y la princesa de Éboli

Las experiencias místicas de Teresa de Jesús (Teresa de Cepeda. Ávila, 1515-Alba de Tormes, 1582) fueron también objeto de la desconfianza de clérigos, beatos y gentes del común, que veían en ellas la expresión de prácticas heterodoxas contrarias a los principios del catolicismo, sospechas que se mezclaban con las dirigidas a algunas de sus relaciones tenidas como dudosas, como la que mantuvo con el carmelita Jerónimo Gracián.

Algunos altos representantes religiosos sospechaban de aquellas vivencias de la santa y la llevaron en varias ocasiones ante el tribunal de la Inquisición. Sin embargo sus confesores y los frailes que la conocían de cerca y se maravillaban de sus encuentros místicos se esforzaban por salvarla de las persecuciones del Santo Oficio.

Uno de ellos, el dominico García de Toledo, le aconsejó que trasladase al papel aquellas experiencias para que quienes dudaban de sus arrebatamientos se convencieran de lo extraordinario de ellos. Así nació el “Libro de la vida” que la autora compuso entre 1562 y 1565 (hay una buena edición de Lumen, de 2006, anotada por Elisenda Lobato), un escrito de su puño y letra que ella atribuyó siempre a inspiración divina, y que no es tanto una biografía, como podría hacer pensar su título, como un tratado de misticismo, al estilo de las “Confesiones” de san Agustín, en el que narra expresamente su camino de perfección y sus experiencias religiosas.

Poco se sabe de la infancia de Teresa de Jesús. Apenas lo que cuenta de sus orígenes de familia campesina de Ávila con ciertas penalidades económicas. Huérfana muy pronto de madre, su padre, de orígenes judíos, le transmitió el amor por los libros de caballería y por las vidas de santos. Estas lecturas la llevaron a una fuga frustrada a tierra de moros, con su hermano Rodrigo, con la intención de sufrir los martirios que se contaban en aquellas historias.

Su primer ingreso en un convento, el de Nuestra Señora de Gracia, a extramuros de la ciudad, fue a iniciativa de su progenitor, con la intención de separarla de uno de sus primos, con el que había iniciado un romance adolescente. El contacto con las hermanas y algunas lecturas religiosas, como el “Tercer abecedario espiritual” de Francisco de Osuna, decidieron definitivamente su vocación.

Poco más cuenta sobre su vida sino las relaciones con aquellas personas que más le influyeron (el sacerdote Gaspar Daza, el padre Diego de Cetina, el jesuita Francisco de Borja, fray Pedro de Alcántara) y los esfuerzos para fundar su orden de carmelitas descalzas y los primeros conventos a ella consagrados. También da noticia de su salud delicada y de la enfermedad que la tuvo en coma cuatro días durante los que muchos la creyeron muerta. Sólo la oposición de su padre la salvó de ser llevada a enterrar en una tumba que ya estaba abierta en el cementerio local.

Lo más destacado de este “Libro de la vida” es la descripción que Teresa de Jesús hace de los cuatro grados de la oración para llegar al éxtasis, que describe utilizando una alegoría sobre las diferentes formas de regar un huerto, así como las muchas veces que alcanzó el arrobamiento en sus distintas manifestaciones (intelectuales, imaginarias y corporales) y los efectos que sobre ella tuvieron, tanto físicos (levitaciones) como espirituales. Sus éxtasis y transverberaciones incluían visiones de ángeles y demonios, santos y difuntos, incluso imágenes del cielo y del infierno.

Las cualidades poéticas de Teresa de Jesús y su rico estilo literario, heredado de sus muchas lecturas religiosas y profanas, se ponen de manifiesto en esta obra a través de estructuras polimórficas en las que mezcla la crónica y la autobiografía con intentos ensayísticos, que expone en un tono didáctico en el que utiliza con frecuencia las metáforas para suplir la incapacidad de expresar de otro modo sus experiencias místicas.

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Portada de «El castillo de diamante» de Juan Manuel de Prada, publicado por Espasa.

La santa y la pecadora: las relaciones de Teresa de Jesús con la princesa de Éboli
“El libro de la vida” fue una de las pruebas que Ana de Mendoza, princesa de Éboli, aportó en la denuncia que presentó contra Teresa de Jesús ante el tribunal de la Inquisición en Sevilla, según la novela de Juan Manuel de Prada “El castillo de diamante” (Espasa). El título alude a la definición que de su alma hacía Teresa de Jesús: “clara como un diamante, preciosa como un diamante, pero también inexpugnable, indestructible, orgullosa e invicta como un diamante” (p.445).

La novela de Prada se centra en las tensas relaciones que mantuvieron durante años la princesa de Éboli y Teresa de Jesús, relaciones que terminaron en la mencionada denuncia ante el Santo Oficio, pero en las que además de enfrentamientos hubo también aproximaciones.

Juan Manuel de Prada presenta a la princesa de Éboli como una persona no tanto resentida contra Teresa de Jesús como envidiosa de sus cualidades y de su capacidad para mantener aquella relación íntima con Dios que a ella se le negaba, sentimiento que desemboca en una mezcla de odio y envidia insuperables.

Los príncipes de Éboli, Ana de Mendoza y Ruy Gómez, fueron quienes pusieron a disposición de Teresa de Jesús una construcción en Pastrana, de donde eran duques, para que fundase allí un convento, si bien los intereses que perseguían con este acto y la intención de tutelar el funcionamiento de la institución eran contrarios a las reglas por las que se regía la orden de las carmelitas descalzas. El abandono de este convento por Teresa y sus monjas se muestra aquí como resultado del enfrentamiento entre las dos mujeres. Y, como consecuencia de la humillación sufrida por doña Ana de Mendoza a causa de este episodio, también como el argumento definitivo que la decidió a denunciar a Teresa de Jesús ante la Inquisición.

Paralelamente a este eje central de la novela, Prada introduce las relaciones de los príncipes de Éboli con Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, y fundamentalmente de éste con Ana de Mendoza, de quien lo muestra secretamente enamorado. Antonio Pérez sería, años después, su cómplice en el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, crimen por el que ambos fueron condenados a penas de prisión. Al parecer, el móvil del crimen fue evitar que Escobedo denunciase ante el rey Felipe II la condición de amantes que mantenían Antonio Pérez y Ana de Mendoza tras la muerte de Ruy Gómez. En la novela de Juan Manuel de Prada el personaje de Antonio Pérez sirve de contrapunto a las relaciones de alcoba de los duques de Pastrana y viene a sugerir una visión de la corte corrompida de favores e infidelidades.

“El castillo de diamante” es una novela de no ficción, un género muy de actualidad, aunque, independientemente de los pasajes novelescos propios de la imaginación narrativa del autor (y de ciertos anacronismos que él mismo justifica en las últimas páginas) se lee también como una novela histórica, pues tiene los ingredientes propios del género: recreación de un periodo histórico y de sus personajes, aventura, aprendizaje (Isabel de Santo Domingo, discípula de Teresa), costumbrismo… sin excluir la crítica a ciertos aspectos de la sociedad de la época.

Están muy bien conseguidos los enfrentados caracteres tanto de la princesa de Éboli como de Teresa de Jesús, y no sólo por la descripción de escenas y diálogos sino también por los lenguajes utilizados por cada una de ellas (algunas de las sentencias de santa Teresa están tomadas de sus obras: “Dios está en todas partes, doña Ana. También entre los pucheros”. P.78). Es el lenguaje con el que está escrita la novela otro de los méritos de Juan Manuel de Prada quien, a lo largo de toda la narración, elabora una prosa que consigue reflejar con gran verosimilitud el habla contemporánea y el rico vocabulario y los modismos de la época, lo que hace más creíbles las peripecias de los personajes, aunque con algunos de ellos el autor peque de cierta exageración, como con fray Pedro de Alcántara, muy próxima a la descripción caricaturesca a pesar de sus coincidencias con la que hace la propia Teresa de Jesús en su “Libro de la vida”, o la de la religiosa María Jesús Yepes, a quien presenta como una peregrina enloquecida.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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