La crisis económica en España hizo emerger perfiles personales que rompían la estructura tradicional de la clase media por regulaciones de empleo, prejubilaciones o pasar directamente al desempleo por cierres empresariales, situaciones que conllevaban una merma sustancial de ingresos que obligaba a refinanciar los compromisos familiares en la compra de bienes y servicios, con pérdida de la calidad de vida que se venía manteniendo.
Una de las figuras emergentes de esas situaciones fue la del “pobre solvente”, término que se podía aplicar a personas a las que el subsidio por desempleo, la prejubilación o la renta que pasaban a percibir por otros conceptos no cubría las obligaciones adquiridas, y hasta que no conseguían una refinanciación adecuada tenían que eliminar gasto corriente para no perder elementos básicos de subsistencia.
Superada esa situación, miles de familias deben hacer frente años después a la necesidad de renovar equipamientos, reformas o rehabilitación de vivienda, renovar vehículos que han quedado obsoletos, o refinanciar créditos que tuvieron que aceptar en condiciones poco favorables.
Las entidades financieras han reaccionado asimismo a la salida de la crisis ofreciendo soluciones concretas que abarcan desde el crédito directo destinado a resolver problemas concretos de liquidez, de pequeños importes y devolución a muy corto plazo, a créditos para proyectos de más importe que implican amortizaciones a más largo plazo. Las empresas que financian la adquisición o renting de vehículos, o las entidades que financian sin interés tratamientos dentales son un ejemplo de ello.
Para las personas que están considerando pedir financiación personal, es importante saber cómo se calcula el costo total de su préstamo, porque intervienen variables como el monto del préstamo, plazos para la devolución, Tasa de interés nominal (TIN) o Tasa anual equivalente (TAE), que pueden intervenir en el importe total que finalmente tendrá el préstamo.
Expresado de otra manera, dos préstamos de igual cantidad, plazo de devolución y tasa TIN, pueden tener un importe total a amortizar diferente porque el proveedor del crédito puede incluir otros conceptos variables en función de la cuantía, del plazo de devolución, del riesgo atribuible a la persona solicitante.
En las redes sociales han aparecido múltiples entradas sobre esos dos conceptos, TIN y TAE, por la confusión que podían generar en personas no conocedoras de los procedimientos para establecer las condiciones finales de un préstamos: TAE es la tasa que nos dice el coste que vamos a tener que pagar por un préstamo o crédito, mientras que TIN sólo es la tasa de interés expresada sin ningún coste adicional por gastos y comisiones que deberemos pagar por la obtención de ese préstamo, que generalmente sí se incluyen ya en la TAE.
Puede darse el caso de que esos costes adicionales y comisiones se descuenten del total que se está solicitando, sin embargo el capital prestado sigue siendo el mismo, y la TAE resultante de la operación sería mayor.
Afortunadamente, la economía colaborativa ha dado paso a equipos de profesionales con capacidad para evaluar ofertas y orientar al consumidor, de tal forma que no se inicien tramitaciones guiados por una cifra que puede resultar muy inferior a la que finalmente nos invitarán a firmar.
Explican, por ejemplo, como la TAE sirve como referencia para comparar préstamos, ya que a igualdad de importe, plazo de devolución y la misma TIN, la diferencia de las TAE será el importe de los costes adicionales que aplica cada entidad crediticia.
En el enlace situado anteriormente se indican con todo detalle las diferencias que se pueden presentar en el momento de solicitar información sobre créditos, y se aportan criterios que permitirán dirigirse a una empresa crediticia más favorable a las necesidades del momento o al perfil económico del solicitante.