Es conocida la relación de la música con otras disciplinas, fundamentalmente las Matemáticas y la Filosofía, y de ello hemos tratado aquí en otras ocasiones con motivo de libros de autores como Ramón Andrés y Bernard Sève. Pero es menos frecuente encontrar estudios sobre la música que la relacionen con la magia, el esoterismo, las sectas o las sociedades secretas.
Luis Antonio Muñoz, músico y director musical, docente y divulgador a través de la emisora Radio Clásica, ha seguido el rastro de compositores e intérpretes que han tenido relaciones con templarios y rosacruces, masones y teósofos, chamanes y seguidores de la cábala y el azar… movimientos que en algún momento de la historia pudieron haber influido en la obra de Bach y Beethoven, de Strauss y Erik Satie, de Beatles, Rolling Stones y Led Zeppelin.
Su obra «Historia oculta de la música» (La Esfera de los libros) es un recorrido por las relaciones que han tenido músicos de todos los estilos y de todas las épocas con estos movimientos.
Desde el paleolítico al siglo veinte
Desde la prehistoria, la música rítmica de tambores, piedras y maderas combinaba la estética con la magia en rituales relacionados con la caza y la guerra. En Egipto la música debió tener una gran influencia en la corte de los faraones, pues en algunas tumbas se encontraron restos de instrumentos musicales junto a las momias de los músicos que eran enterrados, se cree que con vida, en las tumbas de los reyes. Algunos de los dioses griegos eran músicos, como Orfeo, Pan y Apolo, y los filósofos pitagóricos relacionaban la música con el orden del universo. Música y religión estuvieron unidas durante el Medievo a través de cantos religiosos como el gregoriano y de instrumentos como el órgano, en el acto mágico de la misa.
Cátaros y gnósticos relacionaban la música con la naturaleza, mientras otros rituales medievales la unían a las danzas de la muerte para erradicar la peste negra. Los monjes-guerreros de la Orden del Temple, asociada con lo herético y lo esotérico, utilizaban el «Kirie eleison», que interpretaban capellanes y cargos litúrgicos, para exaltar a los combatientes. Por su parte, las sociedades alquimistas, que buscaban transformar metales en oro, utilizaban la música en sus obras divulgativas como el drama «El Alquimista» y la obra «Atalanta fugiens» compuesta por Michael Maier.
Aunque no se llegó a construir ninguno (sólo la lira de plata que hizo para Ludovico Sforza), Leonardo da Vinci diseñó diversos instrumentos y escribió un tratado de música del que no se conserva ningún ejemplar. Se sabe que algunas sesiones de posado de Lisa Gherardini para «La Gioconda» estuvieron animadas por músicos amigos de Leonardo.
Para la masonería la música expresaba la armonía del mundo y por eso los rituales masónicos eran acompañados de piezas compuestas por músicos ligados a las logias. En 1731 se estrenó «El masón generoso», la primera ópera dedicada a la masonería. A «La flauta mágica» de Mozart se le atribuyen cualidades masónicas, puesto que en la época en la que la compuso el músico estaba ligado a la masonería a través de su padre (ambos fueron nombrados maestres el mismo día) y de su relación con el barón Otto Freiherr von Gemmingen. Más dudas despiertan las relaciones de Beethoven con la masonería, a pesar de la gran difusión que tuvo su «Oda a la alegría», cuya letra era del masón Friedrich Schiller.
De quienes no hay duda en relación con su pertenencia a diversas logias están Franz Schubert, Joseph Strauss, Jean Sibelius, Fran Liszt, Puccini y Rachmaninov. En el mundo del jazz fueron masones Louis Armstrong, Duke Ellington, Count Basie, Lionel Hampton o Nat King Cole. Con otra de las sociedades secretas, los Rosacruces, que relacionaban la música con una visión geocéntrica del universo, estuvo relacionado uno de los grandes músicos del siglo veinte, Erik Satie, desde los años en los que oficiaba de pianista en los cabaret y cafés de Montmartre. En 1982 compuso «Tres fanfarrias de la Rosa-Cruz».
Luis Antonio Muñoz hace una incursión en la Alemania de Hitler para estudiar los casos de los músicos ligados al nacionalsocialismo, empezando por la música de Wagner que el Führer descubrió en su juventud y adoptó como banda sonora de muchos de sus actos políticos. Hitler utilizó el manifiesto antisemita del compositor como herramienta propagandística de su credo político. La pasión de Hitler por Wagner convirtió la obra de este compositor en el paradigma de la música nacionalista alemana. También se utilizó la música de Beethoven en actos culturales del partido nazi, sin que por ello haya que relacionar al músico con la ideología nacionalsocialista. Con Richard Strauss Hitler llegó a tener una relación personal importante. Rudolf Hess, Himmler, Goering y Alfred Rosemberg tuvieron relaciones con el ocultismo y la teosofía.
El chamanismo y la santería utilizan los ritmos y los cantos como herramientas espirituales durante los rituales de comunicación con el más allá, al igual que los derviches giróvagos sufíes, que alcanzan el éxtasis místico mediante la danza y la música. Al igual que éstos, los espiritistas buscan la conexión con los espíritus a través de la música. Se dice que Schumann introducía mensajes espiritistas encriptados en sus composiciones para conseguir comunicarse con el más allá.
Ángeles y demonios son protagonistas de obras y composiciones de músicos clásicos y modernos. Sobre todo estos últimos, que han introducido la figura de Satanás en las letras de sus canciones y en las escenografías de sus conciertos. En las páginas dedicadas a la música de rock se habla del bluesman Robert Johnson, de quien se dice que vendió su alma al diablo, de las canciones de los Beatles (incluyeron al satánico Aleister Crowley en la portada de «Sgt. Peppers»), del tema de Led Zeppelin «Stairway to heaven» y sobre todo de Sus Satánicas Majestades los Rolling Stones de «Simpathy for the Devil».
Más recientes relaciones con el diablo se rastrean en las canciones de Marilyn Manson y Alice Cooper, en el heavy metal de Iron Maiden, y en el rock duro de Black Sabbath y Deep Purple. La iconografía del rock y las letras de muchos de sus músicos y compositores están llenas de imágenes y alusiones al diablo en sus diferentes manifestaciones.
Como curiosidad, el autor ha tenido la iniciativa de remitir al lector a muchas de las obras aquí citadas, proporcionando los enlaces a grabaciones e imágenes de you tube, con lo que la lectura se hace más interesante y completa.