*La autoría de esta entrada le pertenece a PEDRO SOLER ROJAS, experto en comunicación y redes sociales, exredactor de RTVE y fundador de la plataforma Teledetodos creada en defensa de la radiotelevisión pública. El texto corresponde a una conferencia/debate que tuvo lugar en Santiago de Compostela en el Centro Internacional de Prensa de Galicia, el día 17 de julio de 2023.
No hace mucho me preguntaban en un medio iberoamericano si existe un riesgo real de desaparición de los medios públicos.
Traslado la misma pregunta y me gustaría añadir otra: ¿consideráis que los medios públicos son un pilar esencial de la democracia?
Creo que sí, que la amenaza ideológica es un riesgo tangible. Desde luego, yo diría que ese riesgo de desaparición es real y que hay una crisis existencial endémica. Los medios públicos de comunicación llevan expuestos al reto de su propia supervivencia desde finales del siglo pasado. Prácticamente no hay medio público, empezando por la emblemática BBC, que no haya sufrido los avatares de las crisis financieras, las presiones político-partidistas, o los nuevos desafíos que plantean las nuevas tecnologías y la transformación digital.
Una de ellas viene de la mano de una corriente política neoliberal y ultraderechista que desprecia lo público y que no oculta su vocación de cerrar las radiotelevisiones autonómicas. En España ya tuvimos el precedente con el caso de Canal Nou/RTVV (cerrada en noviembre de 2013), la televisión pública de la Comunidad Valenciana, que, afortunadamente, volvió a revivir en la nueva y mejorada A Punt en abril de 2018 gracias a la presión social, y que hoy presta un digno servicio a los ciudadanos de esta Comunidad[1]. El cierre de la radiotelevisión pública griega ERT durante dos años, en un contexto de crisis económica global, fue también un caso extremo que no debemos olvidar.
Con la política de recortes del gasto público, el primer consejo de ministros del Gobierno de Mariano Rajoy redujo el presupuesto en 200 millones de euros para la radiotelevisión pública estatal RTVE.
A ello se sumó un nuevo periodo negro de manipulación informativa que evocaba aquel otro de un Jefe de Informativos llamado Alfredo Urdaci que, tiempo después, resultaría condenado en un tribunal por manipulación informativa. Sucedió durante el Gobierno de José María Aznar (1996-2004).
Muchos de ustedes y muchas de las personas que estábamos entonces en RTVE sabemos lo que es luchar por la pervivencia de un buen servicio público. Sabemos lo que significa plantar cara a las constantes injerencias políticas de los gobiernos de turno, que no quieren medios públicos independientes que escapen a su control, ya sea éste un control informativo o sobre la gestión; sea sobre la producción de contenidos o sobre las conexiones que establece RTVE con las productoras privadas.
Sucede en otras cadenas públicas, como en la RTVG (la radiotelevisión pública de Galicia). Las consecuencias las conocéis muy bien: agravios comparativos, acosos a los profesionales y persecución laboral. Tratan siempre de callar como sea las voces críticas que quieren hacer su trabajo pensando en el ciudadano y no en el partido gobernante. Son los mismos que obedecen siempre al brazo político de turno. Pero lo peor, cuando se producen esas situaciones tan tensas, es que eso se traduce en una pérdida de credibilidad del medio público, fomentando así un cierto impulso hacia su propia autodestrucción.
Regreso al pasado
Parece que el pasado es caprichoso y que el riesgo de repetirlo es demasiado probable. Y precisamente por eso, surge la necesidad de edificar diques de contención, de reforzar el servicio público y la labor de sus profesionales. De modo que hay que crear foros y redes en defensa de lo público, de implicar al conjunto de la sociedad. Porque si este pilar que es el servicio público de comunicación se tambalea, la democracia también lo hará.
Para que este mensaje cale, hay que ganar la confianza de los ciudadanos, desbaratar ese relato simplón que de que la Radio Televisión pública es un gasto inútil que tiene muy poco o nada que aportar. Cuando los medios públicos son débiles porque su grado de aceptación social no es suficientemente reconocido, los mensajes neoliberales del tipo “para qué voy a pagar una televisión que no veo” penetran con mucha facilidad en el tejido social.
Frente a ese relato hay que poner de relieve todo lo que un buen servicio público puede y debe ofrecer y lo que se puede perder en términos de calidad democrática. La información, el entretenimiento, la cultura, la educación, la protección de la infancia, el acceso universal…Hay que preguntarles a todas esas personas que se dejan llevar por los discursos negacionistas de lo público qué pasaría si mañana dejaran de conectar su radio y su tele públicas.
Porque, cuidado, la defensa a ultranza de lo público no supone un cheque en blanco ni dejar de ser autocríticos. Hay muchas cosas que no funcionan y muchas obligaciones que no se cumplen. Incluso en las etapas en las que se ha respirado una mayor libertad en RTVE, hemos caído en la trampa de las audiencias. En lugar de diferenciarnos netamente de los medios privados hemos buscado fórmulas para atraer espectadores, sin importar el coste que eso supone en términos de servicio público. En ese afán desordenado por competir en audiencias, el camino más corto es acudir a los socorridos reality show, o a producciones externas en línea con lo que se ha dado en llamar “berlusconización” o banalización de los contenidos audiovisuales.[2]
Progresiva privatización y pérdida de relevancia
Y ésta es la otra amenaza que ronda la pervivencia de los medios públicos, su progresiva privatización por áreas de negocio, por parcelas, programas o por servicios diferenciados. La externalización y la compra de programas se convierten en auténticos caballos de Troya para minar la naturaleza del servicio público. “Así es el mercado, amigo”, parafraseando al exministro Rodrigo Rato.
También hay otro modo mucho más sutil que deteriora la imagen de un medio público hasta hacerlo irreconocible, y ese enemigo invisible es la pérdida de relevancia, que no va en absoluto ligada a los índices de audiencia. Un medio público será más o menos relevante en la medida en que la sociedad lo perciba necesario, importante, e incluso trascendente en su vida diaria. Se consigue relevancia cuando el medio es coherente con su misión de servicio público y se pierde cuando no lo es. La relevancia va asociada a factores como la independencia, credibilidad, diversidad, pluralidad y otros valores esenciales, que entrañan determinación en favor de la participación ciudadana.
Y si vamos a un ejemplo reciente de la pasada campaña política de las elecciones legislativas en España (23 de julio de 2023), estamos en un escenario audiovisual en el que cada medio decide qué es noticia y qué no lo es, más allá de lo que sería objetivamente relevante. De nuevo, la audiencia manda, y si un producto se compra, no será el vendedor el que alerte sobre sus efectos secundarios.
Esta reflexión la podemos enmarcar en la teoría de la agenda setting, que enfatiza el poder de los medios de comunicación para centrar la atención hacia ciertos temas o problemas y al mismo tiempo crear los marcos de interpretación de los acontecimientos[3].
La gente tenderá a incluir o a excluir de sus propios conocimientos y temas de conversación aquello que los medios y redes sociales incluyan o excluyan de sus contenidos. Crean así una lista de temas que luego serán decisivos en la formación de la opinión pública para orientar el voto de la ciudadanía.
Es lo que ha pasado con la excesiva atención al postdebate y el voto por correo, que ya han centrado los debates electorales de esa campaña.
Esas estrategias que recuerdan a las del Trump o a las de Bolsonaro pretenden una polarización anclada en una rabia destinada a exacerbar las emociones y los instintos más básicos de las personas. La polarización, convenientemente amplificada por los medios de comunicación, termina envenenando las mentes.
¿Qué deberían hacer los medios públicos?
Es difícil abstraerse cuando al público le va la marcha y parece sintonizar con esa exarcebación anímica, cuando sigue con avidez aquellas informaciones que le agitan o refuerzan emocionalmente sus ideas o sus prejuicios. Es difícil competir con las cadenas privadas, cuando un candidato importante a la jefatura del Gobierno se niega a participar en un debate en RTVE, como ha sido recientemente el caso, y que eso no sea un escándalo.
Estoy convencido de lo que no debe hacer un medio público: no debería hacer más de lo mismo. Debería alertar de los peligros de esa desinformación. A riesgo de ir a contracorriente, hacer hincapié en lo verdaderamente relevante. Poner en contexto e incluso contrarrestar con datos y rigor lo que otros medios están propagando como si fueran las tablas de la Ley. Si no se hace es por la falta de independencia, por complacencia con la política o por falta de criterio. Muchos de vosotros lo sabéis muy bien, sabéis de lo que estoy hablando. Pero la ciudadanía no lo sabe o mira para otro lado, hay que hacerles llegar la idea de que los medios públicos son indispensables, vitales, para hacer de contrapeso frente a los ataques a la democracia.
Las sociedades democráticas están cada vez más necesitadas de información fidedigna y veraz, de una cultura y un entretenimiento al alcance de todos los sectores sociales y necesitan unos servicios interactivos accesibles, capaces de combatir la brecha social y económica que se ha ido conformando y que se ha traducido en un nuevo tipo de analfabetismo digital.
Hay voces autorizadas que ven en esta crisis una oportunidad en vez de un desastre inminente. Piensan que nunca ha habido una necesidad más urgente, para que las organizaciones de los medios públicos se unan y aboguen por sus principios compartidos.
Si la sociedad percibiera su medio público de comunicación como un medio independiente, solvente y creíble se generaría ese sentimiento de pertenencia que hoy por hoy no existe, ni en la sociedad ni en muchos profesionales de lo público, que se están incorporando a trabajar en estos medios sin ningún tipo de referente basado en la ética profesional.
¿Alguien duda de que la información veraz (verificada) es un producto de primera necesidad? Otro ejemplo, en noviembre de 2022, los eslovenos en un referéndum respaldaron un proyecto de ley para reducir la influencia política y restaurar la independencia editorial de la televisión pública de ese país de la Unión Europea. Más del 62% de los votantes respaldaron el proyecto de ley, despejando el camino para que entrara en vigor. La asociación de periodistas eslovenos había instado a los ciudadanos a respaldar el proyecto de ley, diciendo que era la única forma de proteger a la emisora del «abuso político y la destrucción».[4]
Sí, a pesar de todo, la situación puede ser reversible. Bastaría, para empezar con cumplir los siguientes diez mandamientos, que he titulado así porque hace falta tener mucha fe para creer en ellos:
Independencia y credibilidad para erradicar una crisis estructural.
Independencia real, que pasa por un verdadero concurso público para elegir a los mejores administradores. No el concurso público que ha deslegitimado este Gobierno cuando ha ignorado las calificaciones del Comité de expertos, que él mismo había aceptado, para terminar repartiéndose con el PP las cuotas en el Consejo de Administración de RTVE.
La implantación de una carrera profesional que tenga en cuenta criterios objetivos de trayectoria, mérito y capacidad.
La renovación del Mandato Marco que ahora está caducado y obsoleto respecto al nuevo escenario audiovisual.
Financiación estable y previsible con un contrato programa con proyección de 4 a 6 años para no quedarse hipotecada mitad de camino.
No caer en el falso pluralismo de los medios públicos que consideran que este concepto solo es válido para los políticos. Para estos medios la práctica del pluralismo se resume en sacar a un representante político y luego al otro. El pluralismo implica la participación de los grupos sociales en la vida democrática.
Diversidad. Quienes hacen comparaciones falaces con las privadas deben pensar en la oferta universal de canales para públicos diferenciados o de protección especial, como los canales infantiles, o un canal como Play Z dirigido al público adolescente, Teledeporte (deportes minoritarios), la oferta cultural de la 2 o una radio exterior o dedicada a la música clásica. Ningún medio privado va a atender a las minorías porque no son rentables.
Una autoridad reguladora independiente y eficaz. Ahora estamos en manos de la Comisión Nacional del Mercado y de la Competencia (CNMC) que, irónicamente, en su último informe dice literalmente que no tiene los medios ni la capacidad para poder evaluar el cumplimiento del servicio público por parte de RTVE.
Está prevista la creación de un nuevo órgano europeo: el Consejo Europeo de Servicios de Medios de Comunicación destinado a vigilar la aplicación efectiva de las nuevas normas y las concentraciones de medios de comunicación. Una noticia especialmente interesante para España donde sigue faltando un auténtico Consejo Audiovisual con competencias plenas.
Este nuevo Consejo Europeo de Servicios de Medios de Comunicación, tendrá un ámbito de actuación más amplio y con poderes reforzados que el actual Grupo de Entidades Reguladoras Europeas para los Servicios de Comunicación Audiovisual (ERGA). También parece que la nueva normativa tendrá en cuenta que, cuando existan medios de comunicación de servicio público, su financiación debe ser adecuada y estable, con el fin de garantizar la independencia editorial. Las personas que ostenten el cargo de director y los miembros el consejo de administración de los medios de comunicación de servicio público deberán ser nombradas de manera transparente, abierta y no discriminatoria.
La apuesta por lo digital y la constante innovación. Es vital para la continuidad del servicio público hacer llegar los contenidos que se elaboran a nuevos públicos, cuyos hábitos han evolucionado de manera radical en la última década Los más jóvenes se centran únicamente en el entorno digital, alejándose de la oferta de medios tradicionales.
La BBC ha diseñado un plan sólido para construir una organización de medios de servicio público en la era digital. Entre sus objetivos están: eliminar cualquier burocracia innecesaria, reducir los costos de funcionamiento y simplificar las formas de trabajar para liberar tiempo. Se trata de ofrecer nuevos contenidos y formatos bajo demanda para noticias y actualidad, como el canal de Instagram de BBC News que ha superado los 22 millones de seguidores, a finales de 2022, y sigue creciendo cada día.
Otro buen ejemplo reciente ha sido una iniciativa para móvil lanzada por medios públicos de Francia y Alemania que tiene como objetivo involucrar a audiencias más jóvenes en temas de cambio climático. Trabajando en estrecha colaboración con jóvenes periodistas e influencers, los sitios web franceses y alemanes y sus cuentas de Instagram y TikTok que los acompañan brindan contenido que informa a los jóvenes de 15 a 25 años sobre el cambio climático y los problemas de sostenibilidad, a la vez que los inspira y alienta a tomar medidas.
En España, estamos viendo datos que reflejan que los hábitos de consumo están cambiando radicalmente y afortunadamente algo se ha ido haciendo. Si el Canal 24 horas de TVE tiene una audiencia de 2,5%, en la televisión convencional, el canal digital RTVE Noticias en YouTube tiene a finales de 2022 casi 1.500.000 suscriptores.
La participación ciudadana y el derecho de acceso. Un pacto social que atienda y se sustente en las demandas de los ciudadanos. El bluf de la gran consulta que se iba a traducir en la elaboración de un Libro Blanco no ha servido para nada. Si la encuesta ya era tramposa en sí misma, en las preguntas impedía respuestas críticas y propositivas. Del Libro Blanco ya ni hablamos. La cosa se ha quedado en una gira muy costosa para mayor relumbrón de algunos directivos.
La supervivencia de los medios públicos pasa por la construcción de un ejército de alianzas de medios públicos europeos para hacer frente a los gigantes de las telecomunicaciones y las plataformas de pago. Unirse con otros es la única manera de competir con criterios de rentabilidad social. Permitiría que los medios públicos aprovecharan recursos y redes adicionales, intercambiando las mejores prácticas y desarrollando de modo conjunto las habilidades de su personal.
Un ejemplo destacado de colaboración entre emisoras públicas es la asociación de producción entre France Télévisions, la italiana RAI y la alemana ZDF. Conocida como The Alliance, se formó en 2018 [*] en respuesta al crecimiento de Netflix y otros servicios SVOD (Subscription Video on Demand). El modelo nórdico parece estar a la vanguardia de las colaboraciones, coproducciones e intercambios internacionales. Nordvision, una cooperativa que consta de cinco socios nórdicos, a saber, DR de Dinamarca, YLE de Finlandia, RUV de Islandia, NRK de Noruega y SVT de Suecia, se estableció ya en 1959 con la visión de ser la «mejor y más cooperativa asociación regional» con un interés particular en la innovación y el desarrollo tecnológico.
Nosotros estamos en un marco muy propicio para alianzas con Iberoamérica, con otros países europeos o nuestro vecino Portugal.
La transformación cultural del factor humano. Los medios públicos no se hacen solos, los contenidos no caen del cielo. El buen hacer va a descansar siempre en la profesionalidad y en la capacidad individual, junto a estrategias de motivación y una formación continua de sus trabajadores. Ser profesional de un medio público lleva un plus, yo diría vocacional, que hay que cuidar con esmero.
Un blindaje de estos profesionales frente a injerencias en su trabajo, tentaciones de autocensura y criterio para hacer frente a la desinformación.
A ello hay que sumar el fenómeno que han producido las redes sociales y las nuevas dinámicas de trabajo que empujan a los profesionales a dar continuos saltos en el vacío frente a la zona de confort en la que hasta no hace tanto estaban instalados. Este alambicado escenario, en el que lo digital y lo analógico parecen condenados a entenderse, al menos durante un poco más de tiempo, completa un panorama muy complejo con un futuro desconocido.
Hoy más que nunca, en un mundo muy afectado por la desinformación que circula por las redes sociales, en un entorno sociopolítico que amenaza a los medios públicos como nunca lo había hecho antes, tenemos una obligación: defender por todos los medios a nuestro alcance unos valores y unos principios fundamentales que forman parte de esa democracia, imperfecta, pero democracia, que hemos construido entre todos.
[*] https://www.francetvpro.fr/contenu-de-presse/42199503
[1] El cierre de la Radiotelevisión griega durante dos años fue también un caso extremo, como el de Canal Nou. La ERT reanudó sus emisiones en junio de 2015, tras el reingreso de buena parte de su antigua plantilla. Vassilis K. Fouskas (2013) Athens has No Voice: On the closure of Greece’s Public Broadcasting Corporation (ERT), Debatte: Journal of Contemporary Central and Eastern Europe, 21:1, 107-111.
[2] Angelika Wyka-Podkowka analizó este proceso en muchos países del antiguo bloque comunista del Este de Europa en “Riesgo de berlusconización” https://www.infoamerica.org/icr/n03_04/wyka.pdf
[3] McCombs y Shaw, en 1972, acuñaron el término agenda setting para referirse al poder de los medios de comunicación de masas de dirigir la atención de la opinión pública hacia ciertos temas.
[4] Slovenians Back Bill to Depoliticize Public TV https://www.voanews.com/a/slovenians-back-bill-to-depoliticize-public-tv/6852680.html
[5] https://www.francetvpro.fr/contenu-de-presse/42199503