¡Entre tilde y coma! (1)

La gama de impropiedades en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana es amplísima; pero es justo reconocer que cada día es más notorio el interés de muchas personas por disipar sus dudas y adquirir soltura en la redacción de textos.

De manera regular recibo inquietudes de personas cuya ocupación habitual es la expresión escrita y oral, lo cual me es satisfactorio, pues es una evidencia de que el esfuerzo por mantener este trabajo de divulgación periodística por casi treinta años, no ha sido en vano. Además, me facilita la selección de los temas por publicar.

He dicho que un educador o un periodista deben manejar con relativa facilidad el lenguaje que emplean, pues solo así podrán tener éxito en su desempeño. También he recalcado que para lograr esa solvencia, no es necesario ser individuo de número de la Real Academia Española.

Basta con recordar y poner en práctica los conocimientos que se adquieren en la educación primaria, en la secundaria y en la universitaria; lo demás llegaría por añadidura. Además, es indispensable que le den importancia al rol que desempeñan ante la sociedad.

De manera frecuente digo que un docente o un comunicador social no deben tener deficiencias ortográficas, pues de lo contrario, la calidad de sus labores sería muy baja, además de que daría mucho que pensar sobre la forma en que obtuvieron el documento que los acredita como tales. Muchos han acatado las recomendaciones que frecuentemente doy; pero muchos son también los que siguen tropezando con la misma piedra.

Dentro de la extensa gama de situaciones gramaticales y lingüísticas inadecuadas, a la que aludo al comienzo de este texto, las hay de todo tipo: unas complicadas y otras muy sencillas, que con deseos de escribir bien y de hablar de mejor manera, podrán ser digeridas y asimiladas.

Entre las más sencillas están las palabras por la índole de la entonación y algunos usos de la coma. Y digo algunos usos de la coma, pues hay unos muy sencillos y otros un tanto complicados. Lo paradójico es que los más sencillos son los que presentan más situaciones equivocadas.

Una considerable cantidad de profesionales de la docencia y de la comunicación social no saben lo que son las palabras agudas, graves, esdrújulas o sobreesdrújulas, y por eso se les dificulta distinguir entre «esta y está»; «este y esté»; «confío y confió»; «canto y cantó», «público, publico y publicó, etc.

Lo cumbre es que cuando alguien les hace la observación, le echan la culpa al teléfono. Ignoran que, de acuerdo con la intención de quienes las escriben, podrá haber palabras bitónicas y tritónicas: esta, está; este, esté; público, publico, publicó, médico, medico, medicó.

No está demás recordarles que las palabras agudas son las que llevan la mayor entonación de voz en la última silaba. Se les coloca la tilde cuando terminan en consonante «N» o «S»: comunicación, distribución, educación; cortés, libanés, escocés etc. Hay palabras agudas, como David, tambor, fragor, estornudar, comenzar, que son igualmente agudas; pero no deberán tildarse porque no terminan en consonante «N» o «S». ¡Esa es la regla!

Las graves son las que llevan la sílaba tónica en la penúltima silaba. Se les coloca la tilde cuando terminan en consonante diferente de la «N» y de la «S»: árbol, mártir, cárcel, fácil, dócil, López, Gómez, González, Bermúdez, Galíndez, Rodríguez, Hernández, Díaz, Fernández, etc.

Utilicé los apellidos anteriores, de forma intencional, dado que muchas personas que los llevan, no saben que el suyo es una palabra de entonación grave, terminada en consonante diferente de la «N» y de la «S», y en tal sentido, debe colocársele la tilde.

Las esdrújulas son a las que se les marca el acento en la antepenúltima sílaba. A diferencia de las demás, todas las esdrújulas llevan tilde: cámara, lámpara, péndulo, médico, explícito, cubículo, rectángulo, periodístico, científico, etc.

Las sobreesdrújulas son una variante de las esdrújulas, para las cuales se aplica el mismo criterio: aconséjaselo, acompáñaselo, considéraselo, sintonízaselo, etc.

La venidera semana mostraré la segunda y última parte de esta serie, que es en esencia un repaso sobre las palabras por la índole de la entonación y algunos usos inadecuados de la coma.

De eso he escrito muchas veces; pero de cuando en cuando es prudente volver sobre el tema, con la finalidad y el deseo de que las dudas que aún puedan quedar, sean disipadas.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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